A lo largo de las muchas narraciones que se hacen habitualmente de la segunda guerra mundial no es difícil encontrar anécdotas en los que inteligentes soldados alemanes consiguen engañar con facilidad a sus contrapartes del Ejército Rojo. Sin embargo, en esta ocasión hemos querido traer la historia del Capitán de Guardias N.N. Bogdanov, Jefe de Estado Mayor del 1er Batallón de la 46ª Brigada de Tanques de la Guardia.
Nos encontramos en los Montes Börzsöny, al norte de la gran curva del Danubio más allá de Budapest, para los soviéticos, para los alemanes estaba antes; y es la noche del 12 al 13 de diciembre de 1944. Hace mucho frío, hiela, de hecho, el viento ruge furioso, y el capitán ha decidido aprovechar la situación efectuar un reconocimiento en las zonas de Berneceberati y Kemence, con el fin de descubrir cómo están desplegadas las defensas germano-húngaras al sur de Ipolysag (hoy Sahi).
Como hablaba alemán perfectamente, el capitán ordenó al conductor de su carro de combate, un M4A2 Sherman por cierto, que se pusiera un uniforme alemán, cosa que también hizo el mismo; mientras que el artillero y el cargador mantuvieron sus uniformes soviéticos.
El carro arrancó y no tardó en cruzar las líneas, internándose en territorio alemán. Era en torno a media noche cuando el Capitán Bogdanov avistó un blindado que se hallaba detenido sobre la carretera entre ambas localidades. Ordenó a su conductor que detuviera el carro de combate y, ni corto ni perezoso, descendió para dirigirse hacia el otro leviatán. No tardó en reconocerlo, se trataba de un cañón de asalto, y además equipado con lo último en aparatos de visión nocturna. Probablemente fue una suerte que su carro fuera un Sherman, y no un T-34, que los alemanes habrían reconocido de inmediato.
Pues de alemanes se trataba, claro está. Bogdanov pronunció algunas palabras en germano, y en seguida vio como dos cabezas se asomaban por la trampilla del vehículo. Preguntándoles que pasaba, averiguó que el motor se había averiado y que el jefe del blindado, junto con los otros dos tripulantes, había partido a por ayuda al puesto de mando de su unidad. El soviético se hizo entonces pasar por un oficial de comunicaciones de la 6. Panzerdivision, y alegando que tenía una orden que debía ser comunicada inmediatamente, consiguió que los dos alemanes salieran de su cañón de asalto.
Se dieron cuenta inmediatamente de que algo no iba bien. ¿Por qué los encañonaba aquel oficial? No tardaron en descubrir, una vez puestos a buen recaudo en el interior del Sherman, que aquello no era lo que les habían dicho; que el oficial no era alemán, sino soviético, y lo que tenía para ellos no eran órdenes, sino el cautiverio.
Una vez tomados los prisioneros Bogdanov seguía teniendo, sin embargo, una tarea pendiente: recuperar el cañón de asalto. Para ello decidió remolcarlo hasta las líneas propios; y para evitar sorpresas, lo tripuló con el cargador de su propio carro de combate. Debió ser un retorno a casa un tanto accidentado y muy ruidoso, aunque sin duda el viento y el frío ayudaron. Tal vez hubieran podido pedir ayuda, pero sabían que los alemanes vigilaban las emisiones de radio soviéticas con mucho celo, y que eran capaces de identificar su posición con rapidez, así que, nada de radio. Finalmente llegaron a sus líneas, y dos semanas después, el Capitán N.N. Bogdanov fue condecorado con la Orden de la Bandera Roja; o al menos así lo cuenta Norbert Számvéber, Days of Battle, Armoured Operations North of the River Danube, Hungary 1944 – 45.
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