LA BATALLA EN BEVERLY FORD ROAD. (Brandy Station, 2.ª parte).

 

 Aquella mañana la niebla era densa en torno al vado de Beverly, y en consecuencia no se veía gran cosa, pero los sonidos que hacían los hombres del ala derecha federal acercándose al paso fueron advertencia suficiente para los dos hombres destacados junto al río, que dieron la alerta disparando sus pistolas y marcharon a reunirse con el resto del destacamento de 30 hombres del 6.º de Caballería de Virginia del que formaban parte. Los primeros federales que se acercaron al río fueron los jinetes del 8.º de Caballería de Nueva York, que fueron recibidos por el fuego de los virginianos, tan solo un par de descargas, pues inmediatamente después el destacamento se retiró para ir a dar la alerta.

Combate de caballería durante la guerra civil americana. La persecución del piquete confederado pudo ser muy parecido a esta escena.

Dicho esto, ha llegado el momento de interesarnos por la artillería montada confederada, cuya ubicación no quisimos desvelar anteriormente, pues van a ser los segundos protagonistas de nuestra historia. Sin duda Stuart debió haber situado patrullas al norte de Rappahannock, que le habrían advertido con mucha más anterioridad de la llegada del enemigo, pero lo que fue un error mayúsculo, que solo se justifica porque pensaba ponerse en marcha al día siguiente, fue acampar a dicha artillería en vanguardia, bajo los árboles de un bosque no lejano al vado por la carretera. El sonido de las balas zumbando sobre sus cabezas y la galopada de los 30 hombres de la caballería de Virginia provenientes del vado fueron el primer aviso de que algo iba mal. Fue una auténtica suerte que, detectando más presencia enemiga, los perseguidores del Regimiento de Nueva York se detuvieran. De haber sabido que frente a ellos solo se hallaban los sorprendidos 500 hombres del comandante Robert F. Beckham, habrían podido hacerse con los 20 cañones en un santiamén.

Sin embargo no fue así y, mientras se apresuraban los refuerzos, Beckham actuó con suma decisión ya que de inmediato desplegó dos de sus piezas para cubrir la carretera con fuego de metralla mientras ordenaba la retirada del resto. Hay que indicar que dicha maniobra no era una cuestión sencilla. Aparte de vestirse y recoger su equipo de combate, los artilleros tenían que reunir a los caballos de tiro (habitualmente concentrados en algún pasto cercano), ponerles los arneses y engancharlos a las piezas y a los armones, poner luego las sillas a los caballos de monta y partir.

El segundo regimiento federal que cruzó el río fue el 8.º de caballería de Illinois, que no tardó en desplegarse a la izquierda de los neoyorkinos para apoyar su avance; sin embargo, para entonces también los confederados estaban recibiendo refuerzos. Primero fueron 150 hombres a medio vestir e incluso sin calzar del mismo 6.º Regimiento de caballería de Virginia, y luego fue el 7.º de Caballería de Virginia al completo. Tras haber hablado de desaciertos, hay que reconocer que la idea recientemente implementada por JEB Stuart de que cada brigada tuviera, designado por turnos, un regimiento listo para montar y combatir a primera hora del día, estaba dando ahora sus dividendos.

El comandante Robert F. Beckham.

Y ya que nos referimos a él. ¿Y Stuart? El general confederado había establecido su campamento en el extremo sur de Fleetwood Hill, no lejos de Brandy Station, y aunque sus informes no lo reflejaron, parece que hay cierto acuerdo en que el ataque federal lo pilló completamente por sorpresa. Sin embargo, como jefe experimentado que era, reaccionó con rapidez y ordenó a sus dispersas brigadas que se concentraran para hacer frente a la amenaza. Envió sendos correos a “Rooney” Lee y a Wade Hampton para que llevaran sus brigadas hacia el sonido de los cañones, y a Robertson para que mantuviera vigilados los vados río debajo de Beverly Ford, por si los federales (como ya sabemos que van a hacer) decidían cruzar el río en otros puntos. Solo se olvidó, temporalmente, de la brigada comandada por Thomas Munford, que iba a llegar tarde a la batalla y cuyo comandante temporal pagaría parte de la factura de la sorpresa, como luego indicaremos.

Entretanto, los hombres del 6.º y 7.º regimientos de caballería de Virginia habían entrado ya en combate con los dos octavos regimientos, el de Nueva York y el de Illinois, expulsándolos del bosque en que habían acampado los artilleros y llevando el combate hacia el vado, donde ya estaban cruzando el resto de la 1.ª División y la Brigada de caballería de reserva. Sucedió entonces uno de estos acontecimientos fortuitos que influyen decisivamente en la batalla. Presionados por el incremento de tropas federales, los virginianos habían iniciado ya la retirada cuando el teniente R.O. Allen observó como un oficial unionista aislado estaba tratando de reorganizar al muy quebrantado 8.º Regimiento de Nueva York, y lo atacó. En el breve combate que siguió el confederado esquivó el sablazo del unionista colgándose del cuello de su montura, un viejo truco indio, y le descerrajó un disparo en la cabeza, matándolo en el acto. El muerto no era otro que el Coronel “Grimes” Davis, jefe de la 1.ª División de caballería unionista, lo que obligó al general de brigada Buford a reestructurar toda su cadena de mando; nombrando al coronel Devin, jefe de la segunda brigada, para mandar la división, y buscando sendos jefes para cada una de las dos brigadas, pues dado que el fallecido también había comandado la 1.ª Brigada, esta había quedado igualmente huérfana. Nombrar comandantes solo era la primera parte de la solución, después estos tenían que hacerse con sus mandos, desplegar sus unidades a la defensiva para poder reconocer el terreno y aprehender las órdenes que tenían sus predecesores, y al fin ponerse en marcha.

«El Encuentro Mortal» (por Don Stivers), releja el último combate de «Grimes» Davis.

El despliegue federal continuó durante las dos horas siguientes Tras la 1.ª División de caballería cruzó el río la Brigada de reserva, y luego la brigada de infantería de Ames, así como 14 piezas de artillería. Los combates, por supuesto, no se detuvieron. Los confederados fueron recibiendo refuerzos: el 12.º de caballería de Virginia, el 11.º y, finalmente, el 35.º Batallón de caballería de Virginia (la totalidad de la brigada de Jones), entraron en combate contra toda la división de la vanguardia unionista. Apoyados por los cañones de Beckham, que ya se habían retirado hacia una prominencia cerca de la casa Gee desde la que podían disparar sus proyectiles contra los federales, los confederados resistieron bien, pero al final tuvieron que ceder terreno y retirarse.

Solo quedaba un bosque entre los federales y las posiciones elegidas por la artillería montada confederada, y en este punto de la batalla –eran las 7.00 horas–, Buford, comandante del ala derecha, ordenó que pasara al frente la Brigada de caballería de reserva, la mejor del ejército, pues estaba formada por cuatro regimientos profesionales y uno que, si bien era de milicias, era uno de los mejores del este tipo que tenía el ejército. Hay que decir que no toda la brigada estaba disponible, sino dos regimientos y cinco compañías de otro, pero aun así el general de brigada Whiting, su comandante, ordenó que despejaran aquel último bosque. Fueron los 365 hombres del 6.º de Caballería de Pennsylvania (el de milicias) y los 276 del 6.º de Caballería de los Estados Unidos los que cumplieron la misión… desgraciadamente, con demasiado ímpetu, pues en algún momento se produjo un tremendo error, los jinetes no solo despejaron el bosque sino que salieron cargando a campo abierto, metiéndose en un anfiteatro en cuyo lado oeste (sobre la carretera de Green Mill) estaban los regimientos de la Brigada confederada de “Grumble” Jones, en el este (a levante de Gee House) los de la de Wade Hampton, y ante ellos (entre Gee House y la Iglesia de Saint James) los cañones de Beckham. Fue una carnicería, y el final de la fase móvil de la batalla en este sector.

Mapa de las dos primeras fases de la batalla: los combates en Beverly Ford Road y la maniobra de flanco de Buford.

Ambos regimientos consiguieron retirarse a duras penas, y con la llegada de la infantería de Ames los federales tomaron posiciones en la linde del bosque, donde los confederados procederían a hostigarlos y atacarlos, sin conseguir romper sus líneas, hasta un tiempo más tarde.

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