Eran las 8.55 de la mañana del 26 de octubre de 1942 cuando los quince bombarderos del Hornet dirigidos por el capitán de corbeta Widhelm avistaron a la Fuerza de Vanguardia de Abe, en la que no había portaaviones, y su jefe decidió seguir adelante en busca del blanco más preciado. Mientras lo hacían, su buque recibió la brutal paliza que narramos en la entrada anterior.
A las 9.15, los portaaviones japoneses se hicieron por fin visibles sobre el horizonte, y se inició un duro combate contra los Zero de la patrulla aérea de combate en el que Widhelm cayó derribado sobre el mar, junto con otro compañero, mientras que otros dos SBD recibían daños y tenían que iniciar el viaje de vuelta. Durante estos minutos de combate, el jefe de la escuadrilla había comunicado por radio repetidas veces, casi con desesperación, la posición de los buques nipones, para que los torpederos del Hornet, que habían realizado la ruta por su cuenta, pudieran llegar hasta ellos. Sin éxito. Tras haber agotado su radio de alcance, los torpederos iban a tener que iniciar la vuelta sin haber logrado encontrar a los portaaviones enemigos. Tampoco los aviones del Enterprise lo conseguirían.
El desastre fue absoluto. En su camino de vuelta, los torpederos del Hornet atacaron al crucero Tone, cinco por un lado y el último por el otro, sin alcanzarlo y perdiéndose tres aviones; mientras, los aviones del Enterprise atacaban un crucero pesado que no identificaron y el destructor Suzuya, sin alcanzar a ninguno tampoco y perdiendo dos torpederos. Tras tanto error, a los norteamericanos solo les quedaron los once bombarderos restantes de la escuadrilla de Widhelm, ahora bajo el mando del teniente de navío James Vose.
Este eligió como blanco al Shokaku, contra el que sus pilotos y él se lanzaron en picado. El descenso fue vertiginoso. Quién sabe si conocían el daño sufrido por su buque nodriza, probablemente no, ya que comunicárselo hubiera sido dar una información valiosa al enemigo, pero, aun así, los bombarderos descendieron como si buscaran venganza, y soltaron sus bombas entre los 180 y los 270 m sobre la cubierta del portaaviones nipón, que se defendía con todo su potencial antiaéreo y alcanzó a cinco de los SBD que, renqueando, consiguieron volver a casa.
No solo no se perdió ningún avión, sino que además tuvieron éxito. Vose informaría de cuatro blancos sobre el Shokaku. Una bomba reventó la cubierta desde el ascensor central hasta la popa, destruyendo el centro del hangar e inutilizando todos los cañones antiaéreos en este sector del buque. Otra cayó muy cerca del portaaviones, provocando daños en el casco y bajas en uno de los destructores de escolta, el Teruzuki. No ha quedado registrado donde impactaron las otras dos, si lo hicieron, pero al final del ataque el portaaviones nipón había sido tocado de gravedad. Empate a uno.
Tras estas acciones, quedaba la segunda oleada del Hornet, cuyo jefe creyó oír un mensaje del capitán de corbeta Sánchez, jefe de la escolta Widhelm, indicando que no había portaaviones (seguramente estaba diciendo todo lo contrario) y decidió atacar la fuerza de Vanguardia de Abe. Disponía de nueve TBF Avenger y otros tantos SBD Dauntless, todos armados con bombas, y centró sus aviones contra el crucero Chikuma que, según los informes, parecía haberse separado de la formación. Dos bombas cayeron junto al puente de mando, matando a casi todos los que se encontraban en él, y otra hizo blanco directo contra un montaje lanzatorpedos mientras una cuarta impactaba en el casco, donde abrió un hueco que permitió la entrada de agua salada en las calderas. Los daños, aunque graves, no eran letales, y como el barco aún podía dar 23 nudos, su oficial al mando decidió iniciar de inmediato el regreso a Truk. Eso sí, con 192 muertos y 95 heridos a bordo. A cambio, los norteamericanos habían perdido cinco aviones, cuyas tripulaciones fueron rescatadas del mar por los japoneses. La evaluación posterior también indicó que las espoletas de las bombas estaban mal reguladas y todas habían estallado demasiado pronto. De haberlo hecho un poco después, más en el interior del barco, el Chikuma se habría perdido irremisiblemente.