Para el rey Víctor Manuel III de Italia, el hombre del momento tenía que ser mariscal Pietro Badoglio. Militar de carrera desde 1892, había combatido en la invasión de Eritrea y en la Guerra Ítalo-Turca de 1912. Su actuación durante la Primera Guerra Mundial se había visto empañada por el desastre de Caporetto, cuando sus tropas se derrumbaron y escaparon ante el ataque austro-húngaro y alemán, pero la investigación posterior lo había eximido de toda responsabilidad y fue ascendido al puesto de subjefe del Estado Mayor. Sin embargo, iba a dedicar los años siguientes a borrar todo registro de su papel en la derrota.
Durante los años de entreguerras fue gobernador de Libia, que “pacificó” de modo brutal; y también combatió en la invasión de Etiopia, operación que terminó con la conquista de Addis Abeba. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Badoglio era jefe de Estado Mayor y se estaba encargando de reformular la estructura del ejército y crear una nueva doctrina operacional. Por entonces, aunque estaba en contra del Pacto de Acero, no se opuso a la entrada de Italia en la guerra y siguió en su cargo hasta que, tras la derrota en Grecia, dimitió.
“Por la tarde [del 25 de julio de 1943] estaba en mi casa –rezan sus memorias– en compañía de personas de probada amistad, cuando, hacia las cinco, se presentó el ministro de la casa real para comunicarme que su majestad deseaba conferenciar conmigo con la mayor urgencia”. Personas de probada amistad recuerda más a un grupo de conspiradores que a una reunión social y, sin duda, que dicho encuentro tuviera lugar justo cuando Mussolini era recibido por el rey, resulta todavía más llamativo. “Su majestad tenía la intención de que yo asumiera el cargo de jefe del Gobierno. Con el ánimo agitado por tan grave noticia, me dirigí a Villa Savoia para conferenciar con su majestad”. Por supuesto, Badoglio sabía perfectamente lo que iba a pasar desde hacía días, por lo que resulta falsa la sorpresa que manifiesta en sus memorias. Una vez el Villa Savoia, y según el propio Badoglio, durante su reunión con el rey propuso una serie de nombres para formar Gobierno, todos políticos, a lo que parece que el monarca se negó. “Vuestra excelencia necesita un ministerio de técnicos que ejecuten con la mayor competencia las órdenes que les dé”, dice que afirmó el rey. “Aquí tiene una lista de los nuevos ministros. Todos ellos funcionarios expertos y capaces, con quienes podrá trabajar intensamente”. En estos párrafos podemos ver como Badoglio trataba de eludir toda participación en los acontecimientos: negando su participación en la conspiración, alegando la obediencia a la petición del rey para justificar su ascenso al puesto de jefe de Gobierno y endosando al rey el nombramiento de sus ministros con el fin de dar a entender que solo era un hombre de paja.
Dicho esto, ¿por qué lo eligió Victor Manuel III? Lo cierto es que, si bien al principio se había opuesto a Mussolini tras la marcha sobre Roma, con el tiempo había resultado ser uno de los hombres clave del fascismo, gracias al cual había obtenido cargos, honores y riquezas. Sin embargo, su dimisión tras el desastre de Grecia lo distanció del régimen, de modo que en aquel verano de 1943 llevaba más de dos años jubilado y resultaba un candidato relativamente limpio.
A las 20.00 horas de aquel mismo día, el rey habló por la radio. “Italianos, asumo desde hoy el mando de las Fuerzas Armadas. En la hora solemne que se cierne sobre los destinos de la patria, que cada uno ocupe su puesto de deber, de fe, de combate. Ninguna desviación debe ser tolerada, ninguna recriminación puede ser consentida. Que todo italiano se incline delante de las graves heridas que han lacerado el sacrosanto suelo de la patria. Italia, por el valor de sus Fuerzas Armadas, por la decidida voluntad de todos los ciudadanos, recuperará el camino de la salvación en el respeto a las instituciones que siempre han confortado su ascenso. Italianos, hoy más que nunca estoy indisolublemente unido a vosotros por la inquebrantable fe en la inmortalidad de la patria”. Lo cierto es que no decía gran cosa. El discurso emitido por Badoglio a las 22.45 resulta mucho más interesante porque dice claramente lo que los alemanes querían oír y los italianos no.
“Italianos, por orden de su majestad el rey y emperador asumo el gobierno militar del país con plenos poderes [la dictadura iba, pues, a continuar]. La guerra continúa [clave, para evitar la previsible reacción alemana]. Italia, duramente herida en sus provincias invadidas, en sus ciudades destruidas, mantiene fidelidad a su palabra dada, guardiana celosa de sus tradiciones milenarias. Las filas se cierran en torno a su majestad el rey y emperador, imagen viviente de la patria, ejemplo para todos. La consigna recibida es clara y precisa. Será escrupulosamente seguida y quien se imagine poder obstaculizar su normal desarrollo o intente perturbar el orden público será inexorablemente castigado [estas líneas iban dedicadas a miles de romanos que, en ese momento, habían tomado las calles para festejar la caída del fascismo]. Viva Italia, viva el rey”.
Otro día indicaremos cuáles fueron las medidas concretas ordenadas por Badoglio.
Que personaje mas despreciable….
Débil con los fuertes y fuerte con los débiles. Cambia de chaqueta constantemente al albur del mejor partido. Lastima que las consecuencias de sus patéticos actos las pagaron otros y no él y sus colegas (el rey sobre todo)
Saludos