A bordo del “La France”, frente a KRONSTADT.
La visita ha concluido y pronto el texto del ultimátum austríaco llegará a Francia y a Rusia donde, a pesar de que llevan dos días hablando de él, los altos políticos de ambos naciones harán como que se han llevado una monumental sorpresa. “Casi exactamente en el mismo momento [en que se despedían el Zar y Poincaré] el ultimátum austríaco fue presentado en Belgrado. Nuestros oponentes también habían decidido mantenerse firmes. En ambos lados pensaban que bastaría con farolear para obtener el éxito deseado; y ninguno de los jugadores pensó que sería necesario llegar hasta el final. La trágica partida de póker había comenzado” (escribió el joven Louis de Robien, agregado a la embajada en San Petersburgo).
Ahora hay que emitir un comunicado, y Viviani y Paléologue discrepan con respecto al texto que se va a enviar a la prensa: “Los dos gobiernos han descubierto que sus puntos de vista y sus intenciones con respecto al mantenimiento del equilibrio de poder europeo, especialmente en la península balcánica, son absolutamente idénticas” –redacta el embajador, más belicista-; “La visita que el Presidente de la República acaba de hacer a su Majestad el Emperador de Rusia ha dado a los dos gobiernos, amigos y aliados, una oportunidad de descubrir que están totalmente de acuerdo en sus puntos de vista sobre los diversos problemas, con especial interés en los que la paz y el equilibrio de poder en Europa han presentado ante dichas potencias, especialmente en los Balcanes” –prefiere el Primer Ministro, con una clara referencia a la paz.
De todos modos, la conclusión es simple. Poincaré ha ido a predicar firmeza, es decir, una oposición absoluta a cualquier media austríaca contra Serbia; y esto no ha caído en oídos sordos, pues los periódicos liberales y paneslavistas rusos van a aprovechar la situación, incluyendo las declaraciones de ambos personajes, antes citadas, para presionar a favor de una intervención en apoyo de Belgrado.
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