VI.- El Viaje por Tierra.
La marcha, en dirección suroeste, fue durísima. El terreno apenas tenía vegetación, de modo que no había dónde esconderse en aquella región baldía, donde colinas calvas, cubiertas por grandes lajas de piedra, daban paso a barrancos por los que discurrían arroyos salvajes, y allí donde el terreno parecía suavizarse un poco, entonces los arribes de los cauces de agua se convertían en pantanales. A dos o tres kilómetros de la costa los lagos y la piedra quebrada dieron paso a una serie de líneas de elevaciones con cimas cercanas a los 300m de altitud (que puede parecer escasa, pero si tenemos en cuenta que los hombres venían de la costa y como era el terreno, muy quebrado, nos haremos una idea más cabal del tipo de ascensión que tuvieron que llevar a cabo).

A las dificultades del terreno hay que añadir las inclemencias meteorológicas, un fuerte viento marino, que mantenía la temperatura en torno a los 0º, y, en algún momento de la noche, una tormenta de nieve, que se abatió sobre los marinos. Seguramente esta ayudó a ocultarlos de la observación alemana, pero sin duda sumó una incomodidad más a la dureza de la marcha, que aún iba a empeorar.
Al amanecer del día 10 de octubre la nevada se convirtió en una lluvia persistente, que borró el blanco del suelo y obligó a los hombres a quitarse sus blusones claros de camuflaje, pues así vestidos destacaban en exceso sobre el terreno marrón-gris de la tundra, con lo cual se incrementó su sensación de frío, y su incomodidad.

Fue por poco tiempo, sin embargo, pues en cuanto el sol, no demasiado intenso, del otoño ártico, inició su escaso ascenso, el destacamento se detuvo. El día era el reino de las patrullas alemanas, y su misión no era arrastrarse en diversos combates con diversos grupúsculos de enemigos, que podían retrasarlos, sino llegar al Cabo Krestoviy sin ser localizados. En consecuencia, se escondieron en una serie de cuevas rocosas, huecos y refugios diversos (no hay que olvidar que se trataba de 195 hombres) para pasar el día. Empapados, helados y cansados, si descansaron seguramente no fue mucho. Sin embargo se trataba de tropas veteranas, entrenadas y motivadas, y su capacidad para el combate no decayó.

La noche del 10 al 11 de octubre vio a nuestra columna recorriendo de nuevo la tundra. Con tanto cuidado como esfuerzo, consiguieron avanzar 15km en las 18 horas de oscuridad y semioscuridad que siguieron, hasta que el amanecer del día 11 los obligó a refugiarse de nuevo, en esta ocasión en una zona de densos matorrales al sur del Lago Sisajarvi. Sin embargo el tiempo apremiaba y durante la jornada del 11 van a permitirse solo un descanso, antes de seguir avanzando bajo la luz crepuscular del otoño ártico. Justo al anochecer llegarán a un pequeño cabo de tierra que se adentra en la Bahía de Petsamo. Desde él pueden ver tanto su destino, el Cabo Krestoviy, silueteándose hacia el sur; como el puerto de Liinakhamari, que se halla al otro lado de la bahía. Sin embargo aún les queda un obstáculo físico que superar: un elevado acantilado vertical, que tardarán seis horas en descender. Ya es e noche cuando llegan al lugar desde el que asaltarán la posición alemana.
Esta resultando muy interesante, como decís el frente del este es de tal magnitud que este tipo de operaciones a veces no reciben la atención que merecerían.
Ciertamente.
Gracias lucano