El final de la campaña de África supuso un hito importante en la historia de una de las fuerzas más emblemáticas de la misma, el Long Range Desert Group británico, una pequeña fuerza de exploradores y hombres de acción que surcaron las vacías inmensidades del Sáhara para llevar a la guerra a la retaguardia del ejército italo-alemán en un juego del gato y el ratón que les proporcionó dolorosos fracasos, pero también éxitos extraordinarios.
Cuando África terminó, surgió la necesidad de dar un empleo a una unidad que no podía ser disuelta sin más. La preparación de sus componentes, la cohesión de las patrullas y las extraordinarias dotes de sus mandos lo hicieron inviable. Lo que había que hacer era darles otra misión, y así fue como los jinetes del desierto cambiaron las inmensidades arenosas de África por las prístinas olas del Egeo.
El 22 de octubre de 1943, la recién instalada fuerza británica desplegada en la isla griega de Leros, en el Dodecaneso que anteriormente había pertenecido a los italianos, perdió contacto con el puesto avanzado que tenía en la isla de Levitha, más al oeste. Al día siguiente, la radio fascista anunció que los prisioneros alemanes retenidos en la isla se habían rebelado y capturado a sus guardianes y, en consecuencia, el general F.G.R. Brittorous, comandante en jefe de la 234.ª Brigada de infantería, decidió enviar una fuerza para recuperar la isla.
La elección recayó en las tropas del Long Range Desert Grupo que se hallaban en Leros. El primer error que se cometió fue dividir la fuerza en dos secciones, al igual que las tropas terrestres convencionales, con tres destacamentos y un cuartel general. La primera sección, con 24 hombres, estaría bajo el mando del capitán John Olivey, jefe de la misión, y la segunda, con 25, bajo el del teniente Jack Sutherland. La fuerza recibió el nombre de “Olforce”.
El segundo error, qué duda cabe, fue emplear a estos hombres en una misión distinta a aquella para la que habían sido entrenados. Los “escorpiones” (por su emblema) del desierto eran tropas cuya función era la penetración en la profundidad del dispositivo enemigo para efectuar sabotajes y obtener información, no desembarcar en una isla ocupada por el enemigo para reconquistarla. Por otro lado, también hay que romper una lanza en favor del general Brittorous: eran lo mejor que tenía.
Los hombres fueron avisados y organizados muy rápidamente, apenas hubo tiempo para planificar. Así lo indica el informe redactado por el propio LRDG: “El ataque contra Levita fue difícil de planificar, porque había muy poca información fiable sobre el despliegue y la fuerza del enemigo. Hubo muchas dudas, a la hora de enviar a aquellos cincuenta hombres a una misión tan descabellada, pero no fue posible conseguir que el comandante en jefe rescindiera la orden, pues para la Royal Navy era vital que la guarnición enemiga fuera eliminada”. Uno casi creería que el informe habla de la inexistente y cinematográfica isla de Navarone.
El embarque se produjo al anochecer. La primera sección lo hizo a bordo de la ML579, y la segunda a bordo de la ML836, y partieron. Mientras cruzaban el Egeo, oscuro como el vino, los hombres de las secciones repasaron su misión. Desembarcarían esa misma noche, en dos puntos distintos, con el objetivo de tomar las alturas que se alzaban por encima del puerto de Levitha, desde donde se esperaba que pudieran dominar la isla. Cada patrulla debía establecer su puesto de mando y dominar el terreno a su alrededor, y enlazarían al amanecer. A partir de aquí, había dos opciones. Si todo iba bien, las ML volverían a las 22.00 de la noche siguiente para traer suministros o desembarcar una guarnición italiana para asegurar la isla (los italianos se habían rendido y pasado a los aliados pocas semanas antes, con ocasión del desembarco aliado en Salerno); si todo iba mal, los hombres del LRDG debían retirarse hacia el oeste de la isla para ser reembarcados y evacuados.