Aquel día, y a pesar de la pérdida del Orient y del Bizarre, embarrancados, cuyas tripulaciones habían ido a reforzar los demás navíos, la flota francesa seguía escasa de hombres, una carencia que ni tan siquiera dejando en puerto varias fragatas y reuniendo a los marineros de los transportes se había podido suplir. A modo de ejemplo, los navíos de 74 cañones tienen una dotación de 500 personas, de los que tan solo la mitad son marinos.
Sin embargo, como vimos anteriormente, Suffren ha decidido dar batalla, y para ello diseña, nuevamente, un plan audaz. Mientras sus ocho navíos de 64 cañones formarán una línea larga, bastante separados unos de otros, para entretener al centro y a la vanguardia británicos; sus 5 buques de 74 piezas atacarán la retaguardia para destruirla, apoyados por sus buques más pequeños: la fragata Consolante y los navíos Flamand y Petit Hannibal.
El combate tendría que haberse producido el día 18, pero el vicealmirante Hughes, que espera que el viento role a su favor y no quiere entablar batalla a pesar de que tiene tres navíos y algo menos de 200 cañones más que su oponente, lo esquiva, aprovechando que los barcos de su flota están en mejor estado y son más marineros. Algo similar sucede el 19, pero el 20, el comandante en jefe británico decide arriesgarse y atacar a su enemigo.
La batalla se desarrollará al modo clásico, pues finalmente Suffren renuncia a su plan inicial y opta por otro más sencillo, un combate línea contra línea. Con una excepción, a raíz de las instrucciones recibidas tras el desastre de la batalla de las Saintes, en el Caribe, el comandante en jefe francés dirigirá el combate desde la retaguardia, a bordo de la fragata Cléopatre, y no desde su buque insignia.
La batalla empieza en torno a las 15.00 horas. Los franceses, esta vez, atacan con calma, sin desordenarse, su almirante incluso se toma el tiempo de hacer una pausa para reordenar perfectamente su flota. A las 16.30 el cañoneo es intenso. El Héros combate, nuevamente, contra el Superb, mientras cada navío se ha emparejado contra un enemigo, salvo la fragata la Consolante, que se mantiene ligeramente a retaguardia para intervenir en el caso de que los ingleses, que tienen dos barcos más, intenten desbordar la formación gala. A las 17.00 el Fendant se incendia y tiene que abandonar la formación. Es el momento crítico, pues el Gibraltar, británico, trata de aprovechar la ocasión para cortar la línea francesa, pero el Flamand se lo impide y la batalla continua, bordada a bordada, intensa, hasta que los ingleses flaquean.
Uno tras otro los navíos de Hughes van a empezar a maniobrar para alejarse de los cañones franceses, la noche, pasadas las 18.30, permite que rompan el contacto definitivamente. Al día siguiente el vicealmirante británico se negará a retomar la batalla, alegando carencia de agua y la presencia de más de un millar de enfermos a bordo de sus buques, y pondrá rumbo a Madrás. Con la retirada británica, este último encuentro naval de la campaña se convierte en un éxito para Suffren, que deplora 102 muertos y 386 heridos contra los 99 muertos y 434 heridos ingleses. Como se puede ver, ha sido por muy poco.
Ya hemos visto cómo a estos acontecimientos seguirá la ruptura del cerco de Cuddalore y la paz. Justo a tiempo, pues aunque Suffren por fin ha conseguido controlar una batalla como él quería y reunir un equipo de capitanes competentes, su flota no puede más: los barcos se mantienen a flote gracias a las bombas, y navegan gracias a velas remendadas sobre arboladuras de fortuna.
En la Roya Navy, los capitanes que no siguieron las órdenes del Almirante al mando hubieran acabado colgados o fusilados, pero en la Royale no era así. Por eso perdieron estas grandes oportunidades.