Sir Francis Ivan Simms Tuker fue una persona intelectual y tímida, pero dotada, por otro lado, de un agudo sentido cínico. Como general no tenía especiales calidades, lo cual significa que sin ser uno de los grandes ases militares de la historia sabía hacer su trabajo con eficacia; sin embargo en aquel momento esta eficacia se estaba viendo mermada por una misteriosa enfermedad, tal vez una sinusitis crónica, que lo hacía sufrir mucho y debido a la cual debía someterse a molestos tratamientos a base de penicilina. No obstante a él debemos la decisión de que se bombardeara el monasterio. Su médico, John David, con el que le gustaba hablar, menciona en su diario, en la entrada correspondiente al 7 de febrero, una conversación con Tuker en el que este le preguntaba qué le parecía que se bombardeara el monasterio. El médico reconoce haber contestado que dicho bombardeo era un sacrilegio, pero preguntado por Tuker si se le ocurría otra solución, reconoció que no se le ocurría ninguna.