La historia básica es sencilla: el 12 de junio de 1916, en plena batalla de Verdún, en medio del caos y de la destrucción causada por el fuego de artillería, que labra los campos, dos medias secciones, una de la 3ª y otra de la 4ª compañía del 137 regimiento francés de infantería, aguantan a pie firme en la sección sur del “Ravin de la Dame”, entre la granja de Thiaumont y el bosque de Nawé. Estoicos, sumergidos bajo una lluvia de bombas, los hombres, incapaces de servirse de sus fusiles, dañados por el polvo y el humo, que reducen la visibilidad a menos de un metro, calan bayonetas y esperan. La tierra les llega hasta el pecho, hasta los hombros, la boca, los ojos… “Poco a poco, erigen un monumento” (termina la narración Jean Norton Cru, que no cree que esto sucediera en realidad). El origen de la historia fue una hilera de bocas de fusil, algunos con la bayoneta calada, encontrados surgiendo de la tierra dos años después del final de la guerra, que de inmediato atizaron la imaginación del público.
El acontecimiento causó una viva polémica tras la guerra, ya que los testimonios se cruzan y entrecruzan para desfigurar la verdad sobre estos hechos. Uno de los primeros en contar la historia pudo ser Henri Bouvard (Comandante y miembro del Estado Mayor del 2ème Armée), en la primera edición de su libro: “La Gloria de Verdún”, en base a una historia contada por el comandante Dreux, que combatió a escasos metros de aquel lugar a lo largo de aquella jornada.