Son las 05:00 de la mañana y su tren acaba de llegar a BELGRADO. Apenas espera antes de ir a visitar a Strandmann, el encargado de negocios ruso (tras la muerte de Hartwig), al que informa de que Serbia no piensa aceptar ni rechazar la nota austríaca, sino que va a tratar de obtener un aplazamiento. Mientras tanto, hará un llamamiento a las potencias (fundamentalmente Rusia) para que protejan a su país. “Si la guerra es inevitable –dice finalmente- lucharemos”.