El 22 de junio de 1941, hace exactamente 75 años, el mundo contuvo el aliento. Henchida de victoria, tras haberse anexionado Austria y media Checoslovaquia, tras haber invadido y destruido Polonia, Dinamarca, Noruega, Luxemburgo, Holanda y Bélgica, y haber desmembrado Francia dejándola sumida en un armisticio lleno de preocupaciones para el futuro, Alemania era la potencia suprema sobre el continente Europeo.
No era así en el aire. No hace mucho hablábamos de la estrategia Mediterránea de Hitler como uno de los modos de derrotar al Reino Unido, que había sido capaz de contener a los cazas y los bombarderos de la Luftwaffe en la llamada batalla de Inglaterra, otro de los medios considerados por el alto mando alemán a finales del verano de 1940 fue la destrucción de la Unión Soviética.