Aquel 8 de diciembre de 1941, en Manila, Mientras Mac Arthur se desesperaba y cedía a la depresión, protegido por los buenos oficios de su jefe de Estado Mayor el general Sutherland, y el también general Brereton, jefe de las fuerzas aéreas del Ejército en filipinas trataba de conseguir la autorización necesaria para lanzar sus bombarderos contra las bases japonesas en Formosa, estos no habían permanecido ociosos.
A las 8.00 horas, el radar de Iba había detectado una escuadrilla de una treintena de aparatos nipones sobre la isla de Luzón, provocando el despegue precipitado de todos los aviones de la base de Clark, los bombarderos para evitar que fueran sorprendidos en tierra, y los cazas para tratar de interceptar a los incursores. La operación fue un batiburrillo de despegues caóticos y de aviones enviados en todas direcciones mientras los japoneses bombardeaban la base del Ejército estadounidense en Camp John Hay y el pequeño aeródromo de Tugueguarao, ambos en el norte de Luzón.