BELGRADO, en la embajada austríaca.
El Barón Giesl ojea por encima la respuesta que acabamos de ver hace unos minutos, y comprende de inmediato que no es lo que se exigía. Abre entonces un cajón de su escritorio y saca una carta que ya tenía lista para esta eventualidad. Tal vez la repasa con la mirada, en ella se informa el Primer Ministro Pasic de que al anochecer abandonará la embajada Austro-Húngara en Belgrado, junto con todo su personal, dejando confiada la protección de los intereses austro-húngaros en Serbia a la embajada alemana. Tras ojearla, la firma. Está hecho, las relaciones diplomáticas quedan rotas.