La formación de los oficiales en la Reichswehr (II)

Tal y como narramos en la primera entrada de esta serie, tras dos años de formación, los candidatos a oficiales de la Reichswehr, los mismos hombres que tan eficazmente servirían en la Wehrmacht en el futuro, habían pasado por seis meses de entrenamiento en orden cerrado, un año como soldados y suboficiales de bajo rango en algún regimiento y seis meses por la escuela de formación del arma de infantería. Entonces se enfrentaban a un examen que decidía su futuro, pues los que no lo aprobaban solían acabar devueltos a sus regimientos, donde el fracaso llevaba a la mayoría a licenciarse del ejército.

Para los que seguían adelante, tras un año completo (seis meses más después del examen, con el mismo programa), los oficiales eran enviados a las escuelas correspondientes al arma elegida: caballería, artillería, cuerpo de comunicaciones, ingenieros y transporte. En ellas, el año siguiente era similar al anterior, salvo que se insistía más en la táctica. Los estudiantes aprendían también a conducir vehículos a motor, y conseguían el correspondiente permiso. Al final de este curso volvían los siempre aterradores exámenes, que esta vez duraban seis semanas e incluían algunas pruebas orales, tras las cuales una nueva tanda de candidatos era expulsada del programa de formación de oficiales. Los que aprobaban, recibían el título de Oberfähnricht y eran enviados de vuelta a sus regimientos, donde en la última fase de su instrucción como oficiales, servían como jefes de la tropa mientras recibían más clases, efectuaban reconocimientos sobre el terreno y perfeccionaban su aprendizaje de idiomas.

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Blomberg contra Rohm. La pugna por el poder y la fuerza militar en Alemania. 1933-34.

 

El 30 de enero de 1933, un agitador político, ex golpista fracasado y líder del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, fue nombrado canciller de Alemania por el Presidente Paul von Hindemburg, finiquitando la república de Weimar y abriéndose una nueva y oscura etapa de la historia alemana contemporánea, la era del nacismo, que solo duraría doce años, pero dejaría al país arrasado.

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Hitler y von Hindemburg, poco después de las eleeciones.

Si bien la ideología nazi fue el paradigma del ultranacionalismo, la violencia y la agresividad militar, hay que dejar claro que estas tendencias eran más comunes de lo que se piensa en la sociedad alemana de entreguerras. Asociaciones de veteranos, grupos paramilitares, como el Stahlhelm, y organizaciones de diversas orientaciones políticas, llevaban cultivando la necesidad de que Alemania volviera a ser una nación fuerte, que había que borrar la vergüenza del “diktat” de Versalles y el mito de la “puñalada en la espalda” desde 1918. Una de estas agrupaciones, muy institucionalizada, era la Reichswehr, el ejército alemán surgido del tratado de Versalles. Reducido a no más de 100 000 efectivos, que sin derecho a tener aviones, submarinos u otras armas modernas, llevaba clamando y trabajando por la necesidad de que Alemania se rearmara desde 1919, y aunque los diversos gobiernos de la era de Weimar permitieron que sus jefes implementaran políticas de rearme en secreto, los años transcurridos hasta 1933 habían sido bastante estériles. Ninguno de los cancilleres democráticos de Alemania estaba dispuesto a arriesgar la posición internacional del país favoreciendo públicamente un rearme en contra de las estipulaciones del tratado de Versalles, sino que esperaban, mediante la colaboración con las demás naciones firmantes, lograr una revisión del mismo que les permitiera ocupar nuevamente su lugar en la política internacional.

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