Y es que desde los años 90 del siglo anterior se ha venido produciendo un nuevo resurgir del oficio de mercenario. Se les comenzó a ver de nuevo en enfrentamientos civiles o étnicos en países con estados débiles, especialmente en África, en conflictos como los de Angola o Sierra Leona.
Sin embargo su verdadero auge se ha producido especialmente a raíz de las guerras de Afganistán e Irak. Estas compañías normalmente están formadas por antiguos militares y veteranos de las Fuerzas Especiales, con sobrada experiencia en operaciones y normalmente con conocimiento del terreno donde trabajan, lo que las ha convertido en elementos presentes actualmente en todos los conflictos y situaciones posbélicas, siendo sus clientes muy variados: desde países desarrollados, a empresas privadas, personas particulares o incluso la propia ONU. Sus servicios han llegado a convertirse en imprescindibles en muchas operaciones, llevando a cabo numerosas funciones como escolta de personalidades, protección de convoyes o vigilancia de bases o infraestructuras de importancia (como por ejemplo embajadas o plantas petrolíferas).