HMS Aurora. El último corsario. Los raids del fantasma de plata en la SGM. Josep Baqués

Ediciones Salamina acaba de publicar «HMS Aurora. El último corsario» del profesor Josep Baqués. Tras una profusa investigación en sus historiales de combate, Josep Baqués ha rescatado la fascinante historia de uno de los navíos más condecorados de la Segunda Guerra Mundial.

Entre septiembre de 1939 y julio de 1945 el HMS Aurora recorrió algo más de 200.000 millas. Desde las islas Feroe hasta las Spitzbergen y el Cabo Norte, en Noruega, dentro del círculo polar ártico; desde las costas de Terranova, en Canadá, hasta Sierra Leona, Guinea Ecuatorial y el Congo, incluso por debajo del ecuador; desde Gibraltar hasta Atenas y la ribera oeste de Turquía, llegando a adentrarse en el Mar Rojo. Sus mayores logros los obtuvo estando basado en Scapa Flow, en las islas Orcadas, así como en La Valetta, en la isla de Malta. Esas fueron, de hecho, dos de las más importantes bases navales británicas durante la Segunda Guerra Mundial. A lo largo de sus estrepadas por esos mares de Dios participó, directa o indirectamente, en el hundimiento o la captura de medio centenar de buques enemigos. De hecho, en este texto hemos considerado un total de 60. Sus dimensiones no eran menos variopintas: desde el escaso tonelaje de los modernos lanchones de desembarco germanos destruidos en el Mar Tirreno hasta las casi 20.000 toneladas a plena carga (la mitad, si lo medimos como registro bruto) de algún petrolero italiano echado a pique cerca de los puertos norteafricanos de destino.

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Las tres primeras oleadas del desembarco de Alhucemas

Así cuenta el entonces coronel Goded, jefe de la columna de desembarco de Melilla, como se sucedieron las tres oleadas de desembardo el día 8 de septiembre de 1925: A las once y media del día 8 se había logrado por fin la concentración de todas las barcazas que constituían las dos primeras olas de desembarco de la brigada de Ceuta. La servidumbre impuesta por el mar se había hecho notar al no permitir ejecutar el desembarco al rayar el día, como el Mando había previsto.

Desembarco de Alhucemas

Pero éste no desistió, pese a la hora extremadamente avanzada, de hacer la operación. A las once y cuarenta, las barcazas en las dos líneas que constituían la primera y segunda oleada, respectivamente, formadas por las columnas de los coroneles Franco y Martín, emprendieron la marcha remolcadas por los «Uads» y embarcaciones más pequeñas. A unos mil metros de la costa, los remolcadores soltaron a las barcazas «K», que transportaban las unidades de la columna Franco, las cuales, por sus propios medios, con los hombres bajo la cubierta blindada, hicieron rumbo a la playa de Ixdain bajo un fuego poco intenso de cañones, ametralladoras y fusilería enemiga.

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