La Guerra Dakota de 1862 (VIII). Fort Ridgely en peligro.

A primera hora de la mañana del 19 de agosto los Dakota empezaron a concentrarse cerca de Fort Ridgely, Minnesota. La posición, que no era más que un grupo de edificios sin empalizada que los protegiera, comandada por un inexperto teniente, Thomas Gere, de diecinueve años y con una guarnición reducida, en ese momento, a unos veintidós hombres aptos para el combate, tenía, no obstante, una ventaja. Artillería. Cuando las tropas regulares que guarnecían el lugar marcharon al este el año anterior, se dejaron las piezas que tenían asignadas: dos obuses de montaña de doce libras, un obús de veinticuatro libras y un cañón de seis libras. Con ellas se quedó un sargento llamado John Jones, del departamento de artillería, que, dadas las circunstancias, adiestró a algunos de los hombres para manejar las piezas más ligeras. Mientras estas eran situadas en tres de las cuatro esquinas del conjunto, el obús de veinticuatro, demasiado pesado, quedó relegado en su rincón.

Obús de montaña de bronce de 12 libras modelo 1835. Resulta llamativo el pequeño tamaño del cañón. Su alcance era de algo más de 900 m.

A caballo, a pie o en carretas, animados por su victoria en el ferry de Redwood, los indios empezaron a posicionarse al oeste del puesto. Con ellos venía Pequeño Cuervo, y también otros jefes importantes. Como era tradición, en aquel momento y a plena vista de los defensores del fuerte, los indios organizaron un consejo. El objeto era decidir si, como proponían los más ancianos, había que asaltar el fuerte de inmediato por su importancia estratégica; o si, como proponían los jóvenes guerreros, era mejor concentrarse en eliminar a los colonos y dejar el puesto para más adelante.

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La Guerra Dakota de 1862 (II). El ataque de los sioux.

La escena podría parecer idílica. Henry Behnke, escribano del juzgado de New Ulm, cabalga por la pradera de Minnesota en dirección oeste junto con una caravana de carromatos. EL joven reclutador y sus acompañantes disfrutan de la benigna temperatura de agosto y del previsto éxito de su misión: reunir voluntarios para los ejércitos de la Unión. El único problema es el hombre que yace sobre el camino con un tiro en el cuerpo, justo delante del puente que cruza un barranco.

Sioux del valle del Minnesota

Los hombres corren a ayudar al herido, momento que elige una partida de indios para destapar la emboscada surgiendo de entre la maleza. El tiroteo que sigue es confuso. Varios de los reclutadores mueren de inmediato. Dos de los conductores de los carromatos viran bruscamente y azuzan a los caballos de vuelta hacia New Ulm mientras que otros dos deciden cargar contra los agresores con sus vehículos para dispersarlos, seguramente con éxito, pues los sorprendidos colonos aprovecharán el quinto para cargar a los heridos y a los muertos antes de volver a su punto de partida. Solo falta Behnke.

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