El 26 de octubre ha de ser el día crucial. Ya sabemos que, a bordo del USS Hornet, todo un grupo de ataque aéreo se mantiene en cubierta, listo para atacar, desde el día anterior. Los japoneses han esperado un poco más, pero a las 4.00 horas de esa misma madrugada se ordena preparar los aviones para un ataque aeronaval. Sin duda soñolientos, técnicos y mecánicos se afanan en la oscuridad, apenas rota por unas linternas de luz roja.
Entretanto, lo importante vuelve a ser, como siempre, localizar al enemigo. Sin embargo, esta vez Nagumo espera que los norteamericanos se hagan visibles, cerca de Guadalcanal, pues la noche anterior su base ha sido objeto de un ataque brutal, a manos de los grandes cañones de la flota. ¿Qué mejor blanco? No deja de ser paradójico que, tras haber desarrollado una de las mejores flotas aeronavales del mundo, los nipones sigan anclados en las viejas tradiciones de la guerra naval a cañonazos. Sus almirantes consideran que los grandes buques que han bombardeado el aeródromo Henderson deberían de ser un cebo ideal.