Los norteamericanos habían recibido ya muchos indicios de que venían los japoneses, no solo por sus aviones de observación, también al rada. A las 8.41, mientras los cazas japoneses se batían con la escuadrilla del Enterprise, el crucero Northampton detectó la llegada del enemigo a unos 100 km de distancia en dirección 295º. Convencido de que los radares de los portaaviones también habrían “visto” lo que sucedía, el Northampton se limitó a emitir señales de banderas y a mantener el rumbo. Formaba parte de la escolta del Hornet.
El gran portaaviones estaba bien defendido. A su misma altura, a babor, navegaba el Pensacola, y a estribor el ya citado Northampton. Más hacia popa los seguían el San Diego (babor) y el Juneau (estribor), dos cruceros ligeros especialmente equipados para la defensa antiaérea; y los destructores se habían dividido en dos grupos de tres: el Morris, Mostin y Hughes delante y el Barton, Russel y Anderton detrás. Así, el gran portaaviones navegaba en medio de un círculo de buques erizados de cañones antiaéreos. Esto, junto con sus propios cazas, debía de ser más que suficiente.