Faltaban menos de veinticuatro horas para el inicio de la ofensiva en el sector norte del frente británico cuando el general Slim se personó en Janaquin, donde se estaban concentrando las tropas que iban a participar en este eje de invasión. El plan de ataque, que se había redactado a toda prisa, era obra del general de brigada John Aizlewood, comandante en jefe de la 9.ª Brigada Acorazada, y su punto focal era el paso de Pa-i-tak.
Este desfiladero montañoso, situado en el camino a Kermansah y, por consecuencia, sobre la carretera que llevaba hasta Teherán, objetivo último de la ofensiva, era una impresionante garganta en forma de V, descrita por el capitán Summers, del Household Cavalry, como un valle que “tras ascender a lo largo de 16 km terminaba, abruptamente, en un aparentemente intransitable precipicio de 600 m de empinada roca perpendicular”. En esta pared se hallaba el paso de Teki Geri, que daba acceso al corazón de Persia y por el que transitaba la única vía habilitada para vehículos en más de un centenar de kilómetros hacia el norte o el sur.