Hay una interesante serie de fotos, tomadas a finales de abril de 1945, en la que se ven soldados estadounidenses y soviéticos dándose la mano y festejando a orillas del río Elba, en el centro de Alemania que, a menudo, han sido consideradas el primer encuentro de combatientes de ambos bandos. No fue así. Dejando de lado, si se quiere, las múltiples operaciones logísticas, el primer encuentro entre combatientes lo protagonizaron tropas soviéticas y británicas en Irán.
En entradas anteriores nos hemos referido a la importancia geoestratégica de Irán y a las dudas morales que suscitó la invasión, considerada, por otro lado, necesaria, de un país neutral. Vamos a entrar en materia, de norte a sur.
A pesar de las derrotas que se estaban sufriendo en la frontera occidental de la Unión Soviética, hay que decir que el alto mando del Ejército Rojo tuvo la virtud de no perder jamás la perspectiva estratégica y, desde el primer momento, empezó a concentrar tropas en el Distrito Militar de Transcaucasia, comandado por el general Dimitri Timoféyevich Koslov, una amplísima región que, orientada hacia el sur, cubría ambas orillas del mar Caspio. Lo cual, por otro lado, nos da una pista interesante de que su misión no podía ser meramente defensiva contra el invasor proveniente de Europa.