Del lado japonés, la amenaza al territorio nacional de las grandes islas que suponía Okinawa consiguió lo imposible, que la Armada japonesa, con sus exiguas fuerzas de superficie, y el Ejército de Tierra abandonasen sus rivalidades.
A partir de este momento comenzaron a cooperar en la planificación y lanzamiento de ataques aéreos en los que sus kamikazes y aviones convencionales debían ser coordinados. No hay fuente que coincida en el número total de aviones empleados en los ataques a Okinawa. Las cifras dadas por el United States Strategic Bombing Survey, aceptadas por las historias oficiales británicas, de un total de 1.900 salidas kamikaze y alrededor de 5.000 salidas convencionales parecen las más aceptables.