La semana pasada transcribimos el testimonio del artillero Douglas Lyne, que fue testigo del bombardeo de la abadía de Cassino. Hoy vamos a cambiar de bando y, aunque Cassino sigue siendo el centro de atención, vamos a reproducir el testimonio de Guido Varlese, a la sazón un muchacho de 19 años, habitante de Cassino. Sus peripecias, aunque un tanto deslavazadas, son un ejemplo interesante de lo que tuvo que vivir la población italiana.
Las primeras bombas cayeron a las nueve de la mañana. No nos lo esperábamos en absoluto porque ya había entrado en vigor el armisticio. Pensábamos que la guerra casi había terminado. Estaba en la plaza con un amigo cuando vimos las fortalezas volantes, que iban en dirección a Roma, soltar sus bombas sobre los arrabales de la ciudad. Estábamos alucinando por ver estas maravillosas máquinas voladoras, hasta que de repente nos dimos cuenta de lo que sucedía.