Tras escuchar al rey, Mussolini contestó: “Entonces. ¿Todo ha terminado?”. “Todo ha terminado”, habría contestado el rey. “¿Y qué será de mí y de mi familia?”. El rey le tranquilizó y lo acompañó hacia la salida. La preocupación del ya depuesto Duce estaba clara, a fin de cuentas, el suyo había sido un gobierno cruel, capaz de ensañarse no solo con quienes opinaran distinto sino también con los suyos. Eran las 19.20 horas y todavía era muy de día cuando Mussolini salió al exterior. Estaba con él Nicola de Cesare, su secretario personal.
Estaba descendiendo por una de las rampas de entrada al palacio, presumiblemente la izquierda (desde la puerta), en dirección a su coche, cuando se presentó ante él el capitán Paolo Vigneri, de los Carabinieri. “Excelencia, en nombre de Su Majestad el rey, le rogamos que nos siga para sustraerlo a eventuales violencias de la multitud”. Entonces, Mussolini se giró hacia la puerta de palacio. El rey se había ido.