Eran las 8.55 de la mañana del 26 de octubre de 1942 cuando los quince bombarderos del Hornet dirigidos por el capitán de corbeta Widhelm avistaron a la Fuerza de Vanguardia de Abe, en la que no había portaaviones, y su jefe decidió seguir adelante en busca del blanco más preciado. Mientras lo hacían, su buque recibió la brutal paliza que narramos en la entrada anterior.
A las 9.15, los portaaviones japoneses se hicieron por fin visibles sobre el horizonte, y se inició un duro combate contra los Zero de la patrulla aérea de combate en el que Widhelm cayó derribado sobre el mar, junto con otro compañero, mientras que otros dos SBD recibían daños y tenían que iniciar el viaje de vuelta. Durante estos minutos de combate, el jefe de la escuadrilla había comunicado por radio repetidas veces, casi con desesperación, la posición de los buques nipones, para que los torpederos del Hornet, que habían realizado la ruta por su cuenta, pudieran llegar hasta ellos. Sin éxito. Tras haber agotado su radio de alcance, los torpederos iban a tener que iniciar la vuelta sin haber logrado encontrar a los portaaviones enemigos. Tampoco los aviones del Enterprise lo conseguirían.