« Paris outragé ! Paris brisé ! Paris martyrisé ! Mais Paris libéré! »
Decía el general De Gaulle un 25 de agosto de hace ya 71 años, en el Ayuntamiento de París. París ultrajada por la derrota, rota su población por creencias y fidelidades tan dispares como la colaboración y la resistencia, martirizada por la Gestapo y por los cañones de la guerra, pero finalmente, París liberada.
La liberación de París sigue siendo uno de esos acontecimientos que provoca enfoques distintos de la historia. Para los anglosajones fue un episodio más de la cruzada por la liberación de Europa, sin duda de cierta importancia, pero en absoluto tan relevante como la operación Cobra (la ruptura del frene Normando) o la batalla de las Ardenas. Es más, para ellos la liberación de París supuso el origen de una larga serie de dificultades, pues se convirtió inmediatamente en la sede del Gobierno Provisional de la República Francesa, presidido por De Gaulle, que en ningún momento dejó de comportarse como el gobernante de una nación libre y soberana, manteniéndose en su negativa a la formación de una AMGOT (Administración Militar Aliada para los Territorios Ocupados), que era el instrumento que habían empleado hasta entonces los aliados anglosajones para administrar los territorios europeos arrebatados al enemigo.