La participación del Ejército alemán en los crímenes del nazismo es, sin duda, una de las cuestiones que más tinta han vertido con respecto a la Segunda Guerra Mundial. Si bien inicialmente la Wehrmacht quedó libre de toda culpa, y muchos de sus miembros acabarían formando parte de las fuerzas armadas de la nueva Bundeswehr, e incluso alcanzarían posiciones de mando en la OTAN, con el tiempo este punto de vista se ha ido matizando, hasta llegarse al convencimiento de que las fuerzas armadas alemanas tuvieron mucho que ver con los crímenes cometidos bajo la égida de Hitler, sobre todo en el este.
La directiva a la que hoy nos referiremos es tan solo un ejemplo, un ladrillo más, si se quiere, de la intervención de algunos oficiales alemanes en crímenes de guerra. El 21 de septiembre de 1941, una vez cercada la ciudad de Leningrado por los alemanes, el Major Walter Warlimont, de la Wehrmacht, presentó un memorando titulado: “del bloqueo de Leningrado”. En él se presentaban diferentes soluciones al problema de cercar una ciudad tan grande, y se ofrecían diversas soluciones, con sus pros y sus contras.