Se podría pensar que habría sido «lógico» o «natural» que Dahlgren impulsara el desarrollo de la artillería estriada a su regreso a la oficina en 1868, habida cuenta de los acontecimientos europeos contemporáneos y de la retrospectiva.
Los británicos habían empezado a distribuir cañones de retrocarga Armstrong a su flota en 1861. En mayo de 1862, cada clase de buque de guerra de la Marina Real llevaba al menos un cañón Armstrong, desde los de 9 libras que se usaban en las lanchas hasta los de 110 libras que se llevaban en los grandes barcos. La precisión del Armstrong de 32 libras a 3.000 yardas era siete veces mejor que la de un cañón de avancarga comparable.