El reciente número de Desperta Ferro Antigua y Medieval contiene un a mi parecer interesantísimo artículo sobre la evolución del primer “emperador” de Roma a través de su nombre, cuyos hilos fundamentales pasamos a exponer aquí, no sin recomendar vivamente su lectura.
Cuando Cayo Octavio llegó a Italia desde Apolonia, en abril del año 44 a.C., poco después del asesinato de su tío Julio Cesar, no parecía un personaje demasiado importante. Puer (chaval), lo llama Cicerón en sus cartas. Sin embargo va a ejecutar un imparable ascenso al poder, que podemos ver reflejado en los diferentes nombres que va a adoptar durante los años siguientes. Ya en octubre, Cicerón, sin renunciar definitivamente a la denominación despectiva antes indicada, empieza también a referirse a él como Octaviano.