Ni las fuerzas aeronavales estadounidenses, ni las japonesas, tuvieron que enfrentarse a los problemas organizativos con los que tuvo que lidiar la Royal Navy: su propia idiosincrasia fundamentalmente naval y la existencia de la RAF, a los que nos referimos en la entrada anterior. Es más, en el caso de la existencia de un arma aérea independiente, los marinos de ambos países fueron claramente conscientes de la ventaja que les proporcionaba su inexistencia, y lucharon por que las cosas siguieran siendo así.
El portaaviones estadounidense Enterprise (CV6)
Así, la Marina estadounidense creó el Bureau of Aeronautics, una poderosa organización administrativa. En palabras del contralmirante Bradley A. Fiske: “Si no obtenemos esta oficina en la próxima sesión, entonces el general Mitchell [N. del T.: de la aviación del ejército] y toda una horda de políticos obtendrán un ‘ministerio del Aire’, y la Marina estadounidense se encontrará tirada en la calle con la procesión marchándole por encima… Si se establece el ministerio del Aire, la Marina quedará al nivel de las instituciones medievales en unos diez años”. Sin duda parecen planteamientos un tanto exagerados, pero nos dan una idea muy clara de cuál era la mentalidad imperante. Lo fundamental era que la Marina pudiera atender a sus propias necesidades en lo que a aviones se refería.