La segunda batalla del Isonzo (18/7 a 3/8 de 1915)
Tras el fracaso de su primera ofensiva a las posiciones austro-húngaras, el general Cadorna llegó a la conclusión de que el fracaso se había debido no a que sus planes fueran malos, sino a la falta de ímpetu de sus oficiales y tropas, por lo que de inmediato se dispuso a repetir la ofensiva, con un único cambio: incrementó la artillería disponible, aunque nuevamente con pocas piezas de calibre pesado, y la reserva de munición. Su gran error, sin embargo, que consistía en tratar de atacar sobre un frente demasiado ancho, persistió.
Por su parte, el general Boroevic tenía sus propios problemas. Cierto es que sus tropas habían aguantado bien, pero habían sufrido bajas y conseguir tropas de reemplazo y de refuerzo resultaba difícil pues el ejército al que pertenecía no tenía demasiada reservas de las que tirar. En consecuencia optó por la solución más evidente, cavar mejores y mayores sistemas defensivos. El Quinto Ejército, literalmente, comenzó un proceso de enterramiento en vida que iba a darle grandes dividendos.