Seguimos hoy con el album dedicado a uniformes del Ejército Rojo.
Soldado del Ejército Rojo, 1931-1936.
Seguimos hoy con el album dedicado a uniformes del Ejército Rojo.
Soldado del Ejército Rojo, 1931-1936.
Un hecho poco conocido y que abordamos en el último Histocast sobre las polémicas que rodearon al ataque japonés a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941 fue el que protagonizó un doble agente británico con el director del FBI.
Dusan Popov
Además del todo el entramado de información de inteligencia que estaban acumulando tanto las agencias estadounidenses como los servicios de inteligencia de los países aliados, Esttados Unidos contó con otras vías de acceso a indicios que pudiesen apuntar a la rada de Pearl Harbor y a las fuerzas terrestres norteamericanas de la base de Pearl Harbor y de la isla de Oahu en Hawai.
El día 8 de diciembre de 1941 reinaba la confusión en Estados Unidos, un ataque devastador sobre Pearl Harbor y lo que parecía la confirmación de una gran ofenisva por parte de Japón sobre todo el sureste asiático y oceanía se había puesto en marcha.
El presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt reunió al Congreso para declarar el estado de guerra con el Imperio Japonés. Estas fueron sus palabras: Señor vicepresidente, señor portavoz, y miembros del Senado y de la Casa de Representantes:
Iniciamos hoy un Album GEHM dedicada a la uniformología del Ejército Rojo desde sus inicios en la década de 1920 a 1945.
Soldado del Ejército Rojo en uniforme de invierno, 1923-1924
Bouck contaba con que los norteamericanos que había en la población le advirtiesen de cualquier ataque alemán que se produjese, ya que tenían mejor visión de los accesos de la parte alemana del pasillo de Losheim, el único de tamaño apreciable en el frente de las Ardenas.
El comienzo de la preparación artillera el 16 de diciembre solo afectó a las inmediaciones de la posición de Bouck y pronto se alejó en busca de otros blancos más distantes hacia el oeste, a su retaguardia. Pero tras el alivio vino el sobresalto, al ver a loso hombres de la formación de cazacarros salir apresuradamente del pueblo de Lanzerath, que quedó desierto.
¿Qué pasa por la cabeza de un jefe de sección cuando se le viene encima una ofensiva a gran escala de infantería y blindados? De eso va esta historia.
Bastogne o Saint Vith son lugares que simbolizan generalmente la valentía y la defensa enconada de los norteamericanos en la batalla de Las Ardenas. Pero pocos han oído hablar de una pequeña población llamada Lanzerath, al sur del cruce de carreteras de Losheimergraben en el borde septentrional de la línea de frente del saliente.
Ediciones Salamina publica las Memorias de Adrien Bourgogne. El sargento vélite de granaderos de la Guardia Imperial fue un veterano de las campañas de Napoleón curtido en las batallas de Jena, Pultusk, Eylau, Eilsberg, Friedland, Essling, Wagram, Somosierra, Benavente, Smolensko, Borodinó, Krasnoi, el Berézina, Lutzen y Bautzen.
Pero nada de lo que hubiese experimentado antes podría compararse a los horrores de la catastrófica retirada de Moscú en 1812. Sus memorias sobre dicho evento son de un realismo sin parangón: un desgarrador relato del inmenso calvario que supuso para las tropas de la Grande Armée el gélido invierno ruso, agravado por el hambre, los bandidos, los cosacos y las demás tropas rusas. La que tiene el lector en sus manos es una historia que va mucho más allá de unas memorias militares convencionales, hasta el punto de desafiar los límites de lo imaginable, con la descripción de escalofriantes escenas de muerte en una columna infinita sumida en el caos, del infierno de las poblaciones en llamas, del acoso de los cosacos y el enemigo ruso, y del instinto humano de supervivencia llevado al límite.