Esta es la historia operativa del portaaviones Bunker Hill en el teatro del Pacífico vista con los ojos de uno de sus marineros.
Un chico de pueblo, William Rowe, se decidió por la marina por creer que tendría una vida mejor que en las otras ramas del ejército en los tiempos de guerra que corrían. Pensaba que tendría un sitio decente para dormir, que no tendría que comer Raciones-C ni dormir en pozos de tirador. Y que mientras no lo torpedeasen, todo iría como la seda.
Dejamos en la entrada anterior un texto de Alzola pendiente de análisis, cosa que pretendemos hacer en las líneas siguientes.
Dejemos aquí el relato de Alzola para realizar un breve análisis. La nao inglesa con el barlovento ganado acomete a la española y directamente intenta un abordaje haciéndose uso de artillería y arcabucería en el mismo instante, algo que recuerda a la imputada táctica de los españoles según los señores Martin y Parker (4): “Las tácticas de navegación españolas, decantadas a partir de la experiencia de las galeras, también concebían la andanada como recurso sólo utilizable en una única ocasión y con la exclusiva finalidad de desbaratar y confundir al adversario en el preludio de un inmediato abordaje”.
A los que hayan seguido mi trabajo (1), sabrán que no tengo dudas sobre la calidad española en el mando y maniobra en los combates navales del siglo XVI, analizando la táctica de conjunto basada en una doctrina de mando superior, pero ni que decir tiene que la eficiencia de un combatiente depende de la táctica individual capacitada para desarrollar, de modo que de esta pende el potencial militar del conjunto de forma exponencial.
Así, para la táctica española de combate en galeras, una de ellas debía estar capacitada para acometer a dos galeras e incluso a tres, y esta capacidad individual llevada al conjunto revitalizaba el potencial militar, de manera que dos pudiesen con tres, tres con cinco y sucesivamente. Esta doctrina de combate es arrastrada de más antiguo y se debe al almirante Cabrera, al servicio de la corona aragonesa en el siglo XIV, y constata la agresividad del pensamiento en el combate naval. Este talante estaba presente en el XVI como bien dejó demostrado don Álvaro de Bazán al derrotar a la flota francesa en las Terceras, con la mitad de naves que sus enemigos.
Publicamos hoy una interesante serie de fotografías que muestra el equipo de cruce de vías acuáticas desarrollado para las unidades de fusileros, reconocimiento y pontoneros del Ejército Rojo.
Estos equipos individuales se desarrollaron para solucionar el problema de cruce de vías acuáticas por soldados de forma individual. En concreto estaba destinado al cruce de ríos «estrechos y de profundidad media», y para operaciones de combate en áreas pantanosas.
Salamina acaba de publiar una de las obras cumbre de Robert Citino, su tesis sobre el modo prusiano y alemán de hacer la guerra. Pero dejemos que sea el propio Citino el que exponga el contenido de su análisis.
¿Hay un modo alemán de hacer la guerra? La respuesta podría parecer obvia. Hay pocas nociones en la historia moderna más seguras que la de la excelencia militar alemana. Muchos monarcas absolutos fueron reyes soldados, pero Federico el Grande fue el Rey Soldado, una combinación aparentemente sin fisuras de déspota ilustrado y talentoso mariscal de campo. Durante el siglo XIX, el ejército prusiano llevó a cabo una revolución militar que culminó con el desplazamiento de Austria de su papel preponderante en Alemania, el derrocamiento de Francia como potencia hegemónica en Europa, y la creación de un nuevo Imperio Alemán, un «segundo Reich» que era, que duda cabe, una criatura muy diferente a la del viejo Sacro Imperio Romano Germánico.
En la entrada anterior habíamos dejado a Aecio infligiéndole supuestamente 15.000 bajas a la retaguardia de Atila. Todo apuntaba a que era cuestión de tiempo que ambos ejércitos quedasen finalmente frente a frente.
La batalla principal tuvo lugar al día siguiente, aunque la fecha concreta sigue estando en disputa. Se habla desde finales de junio hasta finales de septiembre de 451 d.C.. El lugar también es controvertido, pero la mayoría de los historiadores creen que tuvo lugar en la llanura de Mauriac (actual Mery-sur-Seine), a unos 32 kilómetros al noroeste de Troyes y a 56 kilómetros al sur de Châlons-sur-Marne.
La batalla de los Campos Cataláunicos (también conocida como batalla de Châlons) en el verano del año 451 d.C. (probablemente en el mes de julio) acabó con la derrota de los hunos y su retirada de Europa occidental, lo que probablemente salvó la salvó.
Los hunos nómadas eran originarios de Asia y llegaron a Europa en sucesivas migraciones derrotando a los distintos pueblos que se tropezaron en su camino. Se sabe que cruzaron el río Don en el año 375 d.C., empujando hacia el oste a los alanos, a los godos y a otros pueblos. A principios del siglo V los hunos conquistaron todo el territorio situado al norte del río Danubio. También hicieron incursiones hacia el sur hasta Constantinopla. Después de perder un ejército en batalla contra ellos, el emperador del Imperio Romano de Oriente, Teodosio II, acordó pagar a los hunos un tributo anual en oro.
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