Comenzamos hoy una serie sobre los aspectos más desconocidos de las tradiciones de los pilotos japoneses del viento divino, así como de sus tácticas de combate y de las causas que los llevaron a actuar de esa manera.
El teniente de la Armada Imperial Kentaro Mitsushashi saluda mientras recibe las órdenes para efectuar su misión Ohka el 21 de marzo de 1945. El saquito de seda que lleva las cenizas del capitán de corbeta Tsutomu Kariya cuelga de su cuello.
Los pilotos kamikaze, antes de despegar, participaban en una serie de rituales y ceremonias, observadas para obtener el éxito en sus misiones y para tener la oportunidad de expresar sus sentiemientos a los familiares y amigos que dejaban atrás. Éstos rituales incluían la vestimenta de varias prendas de ropa y adorno, algunas de los cuales permitían al piloto kamikaze portar recuerdos de sus seres queridos en el momento de su muerte. Entre estos estaba la cinta (hachimaki), el cinturón de las mil puntadas (sen-nin-bari), y los muñecos mascota (masukotto ningyo).