Operación Especial P – Prien en Scapa Flow (III)

El U-47 estaba ahora a 3600 metros de su presa, en posición para un golpe definitivo. Los cuatro tubos de los torpedos de proa estaban apuntados a las siluetas de los dos barcos británicos, y Prien dio la orden de abrir fuego.

HMS Royal Oak

Se oyó el silbido de la presión de aire y el submarino retrocedió un poco por acción de la descarga. Los segundos transcurrieron lentamente mientras los torpedos cubrían la distancia que los separaba de su blanco. Tres minutos más tarde, un solitario torpedo estalló inofensivamente, contra la proa del Royal Oak o la cadena de su ancla. Decepcionado, Prien hizo dar la vuelta a su submarino y mientras lo hacía, disparó su torpedo de popa, que también falló el blanco.

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Operación Especial P – Prien en Scapa Flow (II)

A primeras horas del 8 de octubre, el U-47 zarpó de la base naval de Kiel, situada en la costa báltica de Alemania, y se deslizó lentamente por el canal de Kiel en dirección al Mar del Norte.

Prien

Los miembros de la tripulación ignoraban la naturaleza de su misión, pero las sospechas de que se trataba de algo gordo no tardaron en aflorar cuando el submarino avistó una columna de humo en el horizonte y Prien ordenó sumergirse sin ni siquiera investigarla. No lejos de las Orcadas, estando el U-47 recargando baterías y renovando la provisión de aire comprimido, comunicó Prien el objetivo de la misión a su primer oficial de guardia, Engelbert Endrass. “Agárrese a algo, Endrass –le dijo- vamos a Scapa Flow”.

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Operación Especial P – Prien en Scapa Flow (I)

Esta es la historia del hurón en la madriguera del oso. A las siete de la tarde del 13 de octubre de 1939, junto a las islas Orcadas, surge de las heladas aguas la torreta del submarino alemán U-47.

El capitán de corbeta Günther Prien, uno de los más prometedores comandantes de submarinos de la Kriegsmarine, está al mando. Aunque las condiciones climáticas eran perfectas, tal y como se había predicho –una noche sin luna, un mar picado pero no demasiado revuelto, y una fresca brisa-, todo se veía estropeado por un espectacular fenómeno de luces árticas, la aurora boreal. Destellos luminosos de luz cruzaban el horizonte septentrional, iluminando la mitad del cielo y amenazando con descubrir la presencia del submarino.

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Operación Cerbero (V) – El último corredor

Durante las últimas horas de la tarde, bombarderos de la RAF se toparon una y otra vez con las barreras de fuego antiaéreo levantadas por el Gneisenau y el Prinz Eugen.

El tiempo estaba empeorando, y pronto unos bancos de nubes densas cubrieron a los navíos alemanes. En el Z-29, el almirante Ciliax decidió volver a su buque insignia; un pequeño proyectil antiaéreo había dañado una tubería de combustible reduciendo la velocidad del destructor a 25 nudos. Otro destructor, el Hermann Schoemann, recibió la orden de ponerse al lado. Mientras era trasladado al nuevo buque insignia, se llenó de orgullo ante la visión del Scharnhorst avanzando implacable a 25 nudos.

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Operación Cerbero (IV) – El turno de las Minas, los Destructores y los Bombarderos

Para confirmar los peores temores del almirante Ciliax, el Scharnhorst fue súbitamente estremecido por una fuerte explosión. Sus motores se pararon, y, al cabo de unos instantes, el buque de guerra de 38.000 toneladas estaba quieto en el agua.

El Prinz Eugen pasa junto al Scharnhorst, detenido por la explosión de una mina

Una inspección de los ingenieros mostró que la mina había dañado el casco y las hélices. Temiendo que las reparaciones tomasen muchas horas, Ciliax ordenó que el destructor Z-29 se pusiese al lado. El almirante descendió del Scharnhorst a la cubierta del destructor, y el Z-29, ahora buque insignia de Ciliax, partió a toda velocidad para reunirse con la flota principal.

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Operación Cerbero (III) – Los Ingleses atacan

El primer indicio de la presencia alemana llegó por accidente. A las 10:42 de la mañana, un par de Spitfire que perseguían a unos Messerschmitt sobre el Canal de la Mancha, vieron debajo de ellos el asombroso espectáculo de la escuadra del almirante Ciliax.

Unos minutos más tarde, otros dos aviadores británicos, en patrulla de rutina, salieron de las nubles para encontrarse con el mismo espectáculo. Por fin, a últimas horas de la mañana, el sistema defensivo británico se puso en movimiento. Las órdenes fueron transmitidas por teléfono a las bases del Mando de Costas de la RAF, a una flotilla de destructores en Dover, a escuadrones de lanchas torpederas y a las baterías de artillería costera. Pero la reacción fue vacilante y lenta; tal como había previsto Hitler, los ingleses habían sido tomados por sorpresa.

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La Tragedia del Rawalpindi

<<Nunca lo he visto tan feliz; era como un niño al que le hubieran dado un juguete nuevo… su entusiasmo no tenía límites, su orgullo era inmenso. Entonces supe que la desilusión que lo había estado afligiendo durante los últimos dieciocho años se había desvanecido. >>.

Estas palabras, escritas por Ludovic Kennedy, se referían a su padre, el Capitán Edward Kennedy, marino de guerra, quien tras dieciocho años en la reserva acababa de recibir el mando de un buque. Se trataba del HMS Rawalpindi. Este navío no era en realidad un verdadero buque de guerra, sino un buque civil requisado por la Royal Navy el 26 de agosto de 1939 y armado con ocho piezas de 150mm y dos de 75mm. No estaba acorazado, y su velocidad máxima podía llegar a los 15 nudos.

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