El día anterior dejamos al comandante Gallery a punto de dar la orden a la agrupación de combate de dirigirse a Casablanca para repostar combustible.
No habían pasado diez minutos, cuando bajaba a su camarote a descansar un rato, cunado Gallery recibió un mensaje urgente de uno de sus destructores de escolta, el USS Chatelain (DE-149): “Posible contacto. Parece un submarino”. El comandante miró el reloj del puente e hizo una anotación en el diario de bitácora: 11:09 am, 4 de junio de 1944.
La captura del submarino alemán U-505 es uno de esos acontecimientos poco conocidos de la Segunda Guerra Mundial, y solo se conoció una vez finalizada la contienda.
Las razones son obvias. Los estadounidenses se aseguraron de que nadie supiera nada, en especial los alemanes, hasta que hubiera acabado la guerra. Por los dispositivos que se habían obtenido en su interior, era esencial que el enemigo pensara que el submarino se había perdido. Al tiempo de la captura, los aliados estaban empleando a más de cinco mil personas en el intento de descifrado de los códigos alemán y japonés. Los británicos habían conseguido ya su propio submarino y con la ayuda del equipo de Bletchley Park, habían descifrado algunos códigos alemanes.
El poderoso navío alemán Tirpitz, a pesar de su temida reputación, solo disparó una vez sus grandes cañones de quince pulgadas, y fue contra la estación meteorológica noruega de la isla de Spitzbergen, en aguas del Ártico.
El acorazado había sido botado en Wilhelmshaven en 1939. No solo llevaba sus ocho cañones de quince pulgadas (380mm), capaces de atravesar blindajes de 32,5cm de grosor desde 35 kilómetros de distancia, también tenía toda una colección de artillería de calibres más pequeños y tubos lanzatorpedos, pudiendo lanzarlos como si fuera un destructor.
Es difícil no pensar, cuando uno habla de submarinos alemanes, en el intrépido kaleu apoyado contra su periscopio, midiendo la distancia y el rumbo del panzudo carguero que surca el océano para dar la orden de disparar el torpedo que sembrará el Atlántico de llamas y gritos; en la inmersión precipitada ante la llegada de los destructores y en la espera, tensa y silenciosa, de los sudorosos marinos, deseando que las sordas explosiones que desplazan el agua al otro lado de su ataúd de acero se vayan alejando poco a poco para poder escapar de las cargas de profundidad, tal vez con rumbo a casa, o tal vez hacia una nueva batalla.
Sin embargo, hay mucho más en la historia de la flota submarina alemana de la segunda guerra mundial. Para empezar, las terribles consecuencias de la derrota de 1918 y el autohundimiento de la flota germana en las frías aguas de Scapa Flow, que llevó a los estrategas alemanes de postguerra a repensar su estrategia naval: ¿grandes buques? ¿Ágiles cruceros para el corso? ¿Submarinos? Fue una decisión difícil que dio lugar a agrios debates y a conclusiones que no siempre se implementaron con decisión. Por otro lado, para el Reino Unido, las operaciones submarinas alemanas de esta nueva guerra mundial fueron como el revivir de una pesadilla que creían superada. Cuando cargueros y convoyes empezaron a sumergirse bajo las aguas, fue necesario volver a actuar, primero desde el estrato político de la nación, y luego desde el punto de vista militar y tecnológico. Maravillas como el ASDIC y el FIDO iban a convertirse en bazas fundamentales de la batalla bajo el mar.
El pasado día vimos que hacia a las a 03:06 los cruceros ingleses perdieron el contacto radar.
Pasarán treinta horas hasta que el Bismarck pueda ser marcado por las unidades inglesas, quizás las más angustiosas para el Almirantazgo inglés, pues el acorazado se escapa de la tela de araña urdida en su destino a Brest.
Decíamos el día anterior que en esta época los radares navales ingleses eran mas evolucionados, sin embargo ambos cruceros fueron sorprendidos y detectaron la presencia a solo 13 Km de forma visual, poniéndose en claro peligro de ser destruidos. ¿Qué pasó?
No olvidemos que en ese momento los cruceros navegaban dándole la popa a los alemanes. El Norfolk estaba equipado con un radar tipo 286, este era una evolución del ASV Marca II, y por tanto de antenas fijas de dipolos, con una de transmisión central y dos laterales de recepción, por lo que solo podía ver en la dirección que apuntase la proa del buque; trabajaba a 214 MHz o 1’4 metros de longitud de onda, ¡pan comido para el Metox!
La persecución y hundimiento del Bismarck es uno de los acontecimientos dentro de la batalla del Atlántico más difundido, sin que en su momento se prefijara que este marcaría dos estados de la guerra naval futura a corto plazo; por un lado el canto del cisne del encuentro tradicional de grandes unidades navales.
La batalla del Estrecho de Dinamarca supuso para la Kriegsmarine de 1941 el cenit del éxito, como la de Jutlandia del 31 de mayo de 1916 lo fue para la marina alemana de su época. La actuación de los Fairey Swordfish, aviones de diseño anticuado de estructura básicamente metálica y entelados ha pasado, en el recuerdo de la historia, como el elemento esencial para la caza y destrucción del acorazado alemán el 27 de mayo y ¡cómo no! otra señal emergente del portaviones, sustituto de los grandes mastodontes de acero.
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