Son las 18.25 horas del 17 de septiembre de 1944. Tras haber aterrizado en Arnhem e iniciado el camino hacia el puente, dos de los batallones de la 1.ª Brigada Paracaidista, el 1.º y el 3.º, se han visto bloqueados, casi desde el primer momento, por un pequeño batallón de tropas de las SS, el Kampfgruppe Krafft, que, un poco más allá de Wolfheze ha anclado sus flancos sobre las carreteras que debían seguir dichos batallones.
Sin embargo, la jornada no ha sido fácil. Los británicos son soldados duros, muy bien entrenados, que atacan con virulencia, y no cabe duda que poco a poco la unidad alemana se ve cada vez más presionada y, sobre todo, con los atacantes ya más allá de sus flancos, su jefe empieza a temer que su fuerza/ que quede copada. “Debemos retrasarlos a cualquier precio –escribirá el SS-Sturmbannführer Krafft–, incluso a costa de sacrificarnos. Debemos dar al alto mando el tiempo de poner en acción contramedidas eficaces con el fin de derrotar al enemigo y levantar la presión que pesa sobre nuestro batallón, e impedir su aniquilación”. Interesante texto, en el que el autor pasa de la defensa a ultranza a la necesidad de evitar la destrucción de la fuerza bajo su mando.