Al final de la primera entrada de esta serie dejamos a nuestros escorpiones del desierto embarcando en dos lanchas motoras para lanzar un asalto anfibio contra la isla de Levitha, en el Dodecaneso. Al principio todo fue bien. La travesía se realizó sin encontrar naves enemigas, el desembarco se llevó a cabo en los dos puntos previstos de la costa, utilizando botes de asalto que luego fueron enterrados junto con los morteros de dos pulgadas (que en principio no pensaban utilizar), munición extra y suministros; todo ello con la intención de recuperarlos después si era necesario. Podemos añadir que, ventaja extra, ninguna de las dos secciones, la de Olivey y la de Sutherland, encontró oposición. Hasta ahora todo había ido, como quien dice, como la seda.
Ahora los hombres de ambas secciones tenían que ascender a las alturas que dominaban la isla, esperar al amanecer y entrar en contacto, pues habían tomado tierra en puntos distintos. Sin embargo, también las dos lanchas motoras que los habían traído tenían una misión que cumplir: bombardear las posiciones terrestres de los alemanes. A oscuras, desde el mar, y sin haber localizado sus objetivos con anterioridad, el bombardeo, que llevaron a cabo concienzudamente, siguiendo el plan, solo iba servir, desgraciadamente, para que la guarnición supiera que estaba sucediendo algo.