Habíamos dejado a la sección de blindados del teniente Robillard en una difícil posición, atascada en uno de los caminos que cruza el bosque de Bienwald y bajo el fuego de un 88 alemán. Tras llamar al puesto de mando, estos les avisan de que va para allá “el abuelo”, sin duda uno de esos personajes singulares que a veces da la guerra. Sigamos con el testimonio del oficial del oficial de la 9.ª Compañía del Regimiento de Marcha de la Legión Extranjera.
“Unos instantes después, conduciendo su Jeep con, las manos enguantadas y el casco colgando en bandolera, llega al lugar el capitán De Chassey. Deseoso de enterarse de cómo estaba la situación, se subió a los troncos caídos para ver mejor la amplia zona por la que se extendían. Sin embargo, no consiguió ver hasta dónde llegaba así que, con la desenvoltura de los que quieren ‘enterarse’ de cuál es la situación para informar a su jefe con exactitud, se paseó por todas partes, sorprendido de que no le cayera encima proyectil alguno. El teniente [Robillard], también se alegró de que esta ‘ronda de inspección’ no provocara ninguna respuesta belicosa de los de enfrente. Finalmente, convencido de que se podría pasar por aquel agujero de la línea Sigfrido tan solo con una buena sierra y mucho sudor, el capitán se marchó. El problema, claro, era que no había agujero –los alemanes son gente previsora– pero bastaba con hacer uno. De acuerdo con esta filosofía, una vez provista de una excavadora para que abriera camino, las agrupaciones avanzarían de nuevo. ¡Hacia la gloria!”