Viento Divino – El fenómeno Kamikaze japonés (IV)

Según ha contado el as de caza japonés Saburo Sakai, el capitán Kanzo Miura, que mandaba el Ala Aérea de Sakai en Iwo Jima, ordenó a 17 de sus pilotos que llevasen a cabo un ataque suicida contra la flota norteamericana de invasión el 4 de julio de 1944.

Flanqueado por estandartes samurái y eslóganes patrióticos, Miura dio un emocionante discurso a sus hombres, exhortándolos a estrellarse contra los portaaviones norteamericanos. Sakai, aunque aceptaba que estrellarse contra una unidad enemiga era una acción apropiada para un piloto cuyo avión hubiese sufrido daños que le impidiesen volver a su base, encontró el histrionismo de Miura de mal gusto, «una señal de debilidad… recurriendo a artes cercanas a la pura brujería»; sin embargo, recordaría como la mayoría de sus camaradas quedaron imbuidos de ese nuevo espíritu combativo.

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Informes desde la campaña de Normandía. 21 de julio, el catastrófico aviso de Von Kluge.

En medio de las complejidades de la campaña de Normandía, mientras los aliados golpeaban repetida e intensamente el frente alemán que, como hemos ido viendo por sus propios informes, Rommel trataba de mantener entero, tuvo lugar en el alto mando uno de esos bailes de jefes tan propios del Tercer Reich, y de cualquier ejército en tiempos de crisis. Von Rundstedt, que había abogado por algún tipo de negociación con los aliados, fue relevado al mando del frente del oeste por el mariscal de campo Gunther von Kluge, quien a raíz del accidente de Rommel se convirtió también en el comandante en jefe del Heeresgruppe B. Pasamos a transcribir a continuación el primer informe del nuevo jefe, quien había llegado a Normandía convencido de que sería capaz de restablecer la situación.

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21 de julio de 1944

¡Mi Führer!

Aquí le reenvío un informe del mariscal de campo Rommel [el del día 15, transcrito en la entrada anterior], que me fue entregado por él antes de su accidente, y que ya debatió conmigo en su momento.

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EL Cuartel General de Montgomery en Europa 1944-45 (I)

Cuando Bernard Montgomery supo que se le encomendaba el mando del 21.er Grupo de Ejércitos, la fuerza terrestre que desembarcaría y llevaría a cabo la campaña de Normandía, y que para ello iba a tener que abandonar el mando del 8.º Ejército, al que había dirigido en África y en Italia, decidió que se llevaría consigo a lo más selecto de su Cuartel General, algo que, a priori, el ejército británico no contemplaba en sus ordenanzas, y que sin duda debió de resultar sumamente gravoso para Oliver Leese, su sucesor, que a punto estuvo de quedarse con los restos, por no hablar de los “restos” propiamente dichos. Pero sabemos bien que Montgomery, si bien fue sin duda uno de los mejores generales de la guerra, nunca destacó por su diplomacia o por su simpatía.

Los elegidos fueron el general Francis de Guingand, su jefe de Estado Mayor; el general de brigada Graham, oficial administrativo; el general de brigada Richards, oficial de blindados; el teniente coronel Williams, su jefe de inteligencia; los capitanes J.R. Henderson y Noël Chavasse, sus ayudantes de campo; el teniente coronel Warren, su oficial de enlace con las unidades canadienses; el sargento Ship, conductor, y el sargento Edwards, su conductor de Jeep; el cabo English, su ordenanza; y el sargento mayor Howard, escribiente de Guingand.

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Efemérides. 26 de diciembre de 1944 en Bastogne.

Son las 16.20 del 26 de diciembre, hace 72 años de aquel invierno en que los defensores de Bastogne aguantaban desesperadamente el perímetro en que estaban cercados por las tropas alemanas durante la batalla de las Ardenas. “Nuts!” había dicho el general McAuliffe, su jefe, el 22 de diciembre, y la situación derivó en una serie de enconados combates, tanto por la necesidad germana de hacerse con el cruce como por la resistencia estadounidense, cuyos suministros habían llegado a estar en una situación crítica hasta que la fuerza aérea pudo empezar a trasladar lo necesario hasta los asediados defensores, un beneficio que podía cambiar en el momento en que el mal tiempo volviera a enseñorearse de la región. Había que romper el perímetro.

Un carro destruido durante las operaciones en las Ardenas

La ofensiva de Patton, comenzada a las 6.00 horas del día 22 de diciembre, no había avanzado mucho a pesar de los constantes ataques, bloqueada al sur de Bastogne por tres regimientos de Fallschirmjäger alemanes formados por un durísimo núcleo de veteranos, hombres que habían combatido en los peores escenarios y que conocían a la perfección el mejor modo de tender emboscadas a sus enemigos aprovechando cada casa, cada muro, cada ametralladora y cada pieza contracarro para convertir una calle, un prado o una loma en un matadero infernal.

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La deportación de los tártaros de Crimea (III): 1944, la última tragedia.

 

Como hemos ido comentando hasta aquí, la historia de los tártaros de Crimea, en relación con los gobernantes de Rusia primero, y de la Unión Soviética después, había sido extraordinariamente conflictual. El kanato había sido una fuente de preocupación para la Rusia moderna, hasta su conquista, para posteriormente convertirse en el refugio de los últimos combatientes “blancos” de Ucrania, durante la Guerra Civil Rusa. Tras su evacuación y la llegada del gobierno leninista, los tártaros se vieron sometidos a una intensa persecución, distribuida en diversas fases y que terminó en 1941 con la llegada de la Wehrmacht. Entonces se convirtieron en perseguidores, dando una vuelta a la rueda tan injusta y cruel como la que ellos mismos habían sufrido anteriormente y, lo que es aún más triste, apoyando a unos amos que, en el fondo, también tuvieron la intención de deshacerse de ellos en el futuro.

Subiendo a los trenes.
Subiendo a los trenes.

Sin embargo, a partir de 1943 Alemania empezó a perder la guerra, los grandes proyectos de la Crimea germana empezaron a desvanecerse, y el destino de los tártaros de la península volvió a ser amenazante. El 9 de mayo de 1944 el último soldado alemán abandonó Sebastopol, dos días después, con casi toda la península de Crimea en sus manos, Stalin firmó un documento secreto, el Decreto 589ss del Comité de Defensa del Estado, parte de la cual rezaba:

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Lanchas y Buques de Desembarco Anfibio del día D (I)

Recuperamos un viejo proyecto cuya difusión no deja de tener interés en este artículo en varios tramos sobre este tipo de naves, cuya importancia fue inmensa. Hoy haremos una presentación general, y a lo largo de las próximas jornadas iremos desgranando los diversos tipos de naves que fueron empleadas por los ejércitos aliados el 6 de junio de 1944.

Esperamos que lo disfrutéis.

El equipo de Gehm.

 

            El control del mar en la guerra ha tenido, principalmente, dos grandes finalidades en la historia del conflicto bélico: el asalto anfibio y el bloqueo. Los grandes combates navales han sido tan sólo un medio para obtener el control de una zona marítima y asegurar el cumplimiento de estas misiones sin la interferencia de la flota contraria; o impedir que la flota contraria pueda llevar a cabo este tipo de misiones.

            Dentro de este tipo de misiones, la que tuvo lugar el día D fue, obviamente, un desembarco anfibio.

Los asaltos anfibios no son cosa del siglo XX, sino que son muy antiguos. Uno de los primeros de los que se tiene noticia lo protagonizaron las legiones de Julio César, cuando desembarcaron en Britania.

            A lo largo de la historia los desembarcos anfibios fueron operaciones complejas: había que localizar un punto de desembarco, llegar hasta el, llevar las tropas a tierra y establecer una base estable en dicho punto o en otro cercano mejor equipado conquistado posteriormente.

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