Hoy cedemos la palabra a José María García Núñez, que ha tenido la amabilidad de enviarnos este interesante artículo sobre la intervención de la aviación española, de ambos bandos, durante la batalla del Ebro. Esperando que lo disfrutéis, aprovechamos para agradecerle su participación.
Un saludo a todos.
La Guerra Civil Española (1936-1938), fue el primer conflicto contemporáneo en el que el arma aérea contó con un verdadero gran papel dentro de las operaciones militares de ambos contendientes. En ella tuvo lugar el primer “puente aéreo” (del Norte de África, al Sur Peninsular) de la historia, para el que se utilizó el lento pero fiable “Junkers Ju-52” alemán, el cual permitiría el traslado del ejército de Marruecos –del general Franco– hacia territorio peninsular; hecho militar fundamental para las fuerzas nacionales.
Así mismo, sería durante la Guerra Civil cuando la aviación culminase el proceso, ya iniciado en la Gran Guerra (1914-1918), de convertirse en un cuerpo independiente, al que se encomendarían misiones de mayor relieve dentro del esquema operacional de ambos ejércitos, ampliándose sus funciones y su cometido estratégico-táctico. En este sentido, la Guerra Civil podría considerarse como un conflicto “bisagra” en la historia militar contemporánea, al introducir el potencial militar de la aviación que posteriormente veremos culminado en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Muchos de los aviones que destacarían en este conflicto ya habían recibido su bautismo de fuego en los cielos españoles, donde se pudieron ver por primera vez tanto el poder destructivo de los bombardeos modernos como la aparición de nuevas tácticas de combate aéreo (bombardeo en picado, en “cadena” etc) y –sobre todo durante la Batalla del Ebro– la espectacularidad de los duelos entre cazas enemigos, llegando a batirse a más de ocho mil metros de altura.
La importancia del arma aérea en el Ebro, tanto para los nacionales como para los republicanos, es indiscutible. Los primeros la utilizaron para contener, desde el primer momento, la ofensiva republicana mediante el bombardeo y ametrallamiento de los puentes y pontones que los esforzados ingenieros republicanos trataban de tender entre ambas orillas del río, retrasando con ello el paso de hombres, pertrechos y vehículos blindados hacia las posiciones nacionales que estaban siendo atacadas. De hecho, se estima que el cuerpo de ingenieros y pontoneros perdió debido a la aviación nacional, durante las primeras cuarenta y ocho horas tras el inicio de la ofensiva, más de un tercio de sus fuerzas. Durante los cuatro meses que duró la batalla (25 de Julio hasta el 16 de Noviembre de 1938) la aviación nacional fue capaz de disparar sobre las fuerzas republicanas más de sesenta mil bombas, lo que demuestra el papel activo que jugaron en dicho enfrentamiento.
Por otro lado, para los republicanos, la no intervención de su aviación hasta finales de Julio supuso uno de los mayores errores tácticos cometidos durante la campaña del Ebro. El 25 de dicho mes “la Gloriosa” o “la Sufrida” –como era conocida la aviación republicana– se hallaba desplegada en el frente del Levante protegiendo Valencia, sosteniendo así el sector centro-sur, ya que tras el fracaso de la ofensiva republicana en Balaguer[1] el gobierno republicano no se hallaba muy por la labor de desprenderse de sus vitales –y escasas– fuerzas aéreas en unos instantes en los que la tenaza nacional se cerraba sobre Valencia. Además, que un posible fracaso de la ofensiva que se estaba gestando en el Ebro provocara la destrucción –o merma– de la aviación gubernamental, era un hecho que el gobierno republicano no podía permitirse bajo ningún concepto.
Como sabemos, esta decisión resultaría aciaga para el Ejército del Ebro ya que, al menos durante los primeros días de la ofensiva, el cruce del río se vio obstaculizado por la aviación nacional, que se convirtió en una auténtica pesadilla para los soldados republicanos consiguiendo, gracias a la destrucción desde el aire de un elevado número de puentes y pontones, evitar el traslado hacia la orilla nacional de importantes refuerzos, provisiones y vehículos blindados, con lo que el factor sorpresa inicial de la ofensiva se vio rápidamente eliminado.
En cambio, durante el “día D” del cruce del río Ebro los republicanos sólo desplegaron un pequeño escuadrón de Grumman G23 Dolphin (en torno a Valls) y dos escuadrones de Polikarpov I-16 (no llegaban la treintena)[2]; y no hubo ni rastro de los nuevos aparatos adquiridos por la República aprovechando la apertura de la frontera francesa (del 17 de Marzo hasta el 13 de Junio de 1938), que según Salas Larrazábal consistían en medio centenar de cazas “Polikarpov I-15” y “Polikarpov I-16”, así como una veintena de bombarderos Tupolev SB-2[3]. De haber aparecido es posible que ––teniendo en cuenta el factor sorpresa y la iniciativa de las fuerzas republicanas– hubiesen podido cubrir temporalmente el avance de la infantería republicana y quizás, objetivos que no se cumplieron y que resultarían de gran importancia en el devenir de la batalla –la toma de Gandesa por ejemplo– podrían haber sido ejecutados con éxito.
Sin embargo, esto es muy discutible y no deja de ser un ejercicio de imaginación por nuestra parte. Dadas las circunstancias, parece poco probable que la aviación republicana hubiese podido mantener una cobertura aérea destacable sobre sus tropas por mucho tiempo, ya que contaba con una serie de desventajas importantes en comparación con la nacional. Por un lado, la diferencia numérica era evidente, así, por ejemplo, en bombarderos pesados era de 10 a 1 (por ello los republicanos conocían a la aviación nacional como la “Numerosa”) a favor de los nacionales. En cuanto a los cazas, el número era más parejo pero sin embargo los pilotos de cazas republicanos eran jóvenes bisoños sin apenas experiencia de combate, a diferencia de los veteranos y curtidos pilotos nacionales, con mucha guerra y muchas horas de vuelo a sus espaldas.
Por otro lado, la coordinación aérea y la práctica de tácticas modernas de bombardeo (bombardeo en picado en cadena por los Ju-87, donde cada aparato atacaba en línea sobre el objetivo de tal forma que constituían una fila continua, ofreciendo un poder destructivo elevado) eran mucho mejores en las filas nacionales que en las republicanas; y además, cada pérdida que sufría las fuerzas aéreas gubernamentales era totalmente irremplazable mientras que los nacionales contaban con un elevado número de aviones y de repuestos disponibles (más de 200 aparatos).
Finalmente, hay que indicar que la República aplicó una política un tanto polémica respecto a sus veteranos de las fuerzas aéreas[4]: los jóvenes que no superaban los 21 años eran destinados a los mandos de los cazas soviéticos Polikarpov I-15 o I-16[5] y los pilotos más curtidos eran destinados a escuadrillas secundarias de bombardeo, más lejos del peligro; una forma de proceder que provocó que los escasos e irremplazables Polikarpov fuesen puestos en manos de jóvenes sin experiencia alguna, siendo utilizados simplemente como carne de cañón.
[1] Encuadrada dentro de la Batalla del Segre (Abril de 1938 a Enero de 1939), la ofensiva sobre Balaguer, a las órdenes de Juan Modesto, pretendía crear una cabeza de puente en territorio nacional, que atrajese a las tropas del general Dávila, desprotegiendo así sus posiciones sobre Castellón.
[2] Ibidem.
[3] Henry Chris (1999) La Batalla del Ebro. Madrid: Osprey. Página 55.
[4] Desperta Ferro Especiales. 1938 La Batalla del Ebro. Número Especial III. Página 42.
[5]Esto se debe al elevado número de bajas entre los pilotos de Caza.
Sigue en IMPORTANCIA DE LA AVIACIÓN EN LA BATALLA DEL EBRO (1938), 2ª Parte
Lo que realmente hizo daño a los pontones republicanos fue la apertura de las presas de los afluentes del Ebro, situadas en territorio franquista. Las corrientes de agua generadas por estas aperturas se llevaban por delante los pontones y todo lo que encontraban.
Los efectos de los bombardeos de la aviación fueron escasos, en comparación con lo anterior.
Efectivamente la apertura de los pontes fue importante, pero que la aviación nacional controló la situación retrasando el cruce de las tropas republicanas es cierto también. Le cito bibliografía tal como Baquer «La Batalla del Ebro» o el propio Aznar en su Historia Militar de la Guerra Civil. Un saludo.