La continuación de la anécdota anterior -el narrador es el mismo- nos ofrece nuevamente una visión extremadamente despreocupada, tal vez etílica, de este acontecimiento. Hay que tener en cuenta que mientras se desarrollan estos acontecimientos al Reich Alemán le quedan apenas cinco meses de vida, y en lo que a Hungría se refiere, medio país está ya en manos del Ejército Rojo y Budapest acaba de ser cercada. Y sin embargo, estos jóvenes soldados húngaros beben y se divierten como si la destrucción no se estuviera alzando sobre sus cabezas.
Era ya pasada la medianoche, en torno a las 0200. Un panadero salió para ver porqué había tanto ruido. Cuando le informamos de que éramos húngaros dijo “¿por qué venís aquí? La situación había quedado resuelta, y ahora venís a desorganizarlo todo de nuevo”.
En uno de los sótanos encontramos seis soldados soviéticos. Los habían abandonado allí porque se habían quedado dormidos. Los escoltamos hasta los carros de combate, les ofrecimos cigarrillos y hablamos. Curiosamente, no hubo gestos de enemistad ni por nuestra parte ni por la suya. Es bien cierto, pensamos, que la mayoría de los soldados soviéticos comunes tuvieron que ir al ejército independientemente de su opinión sobre ello…
…según se fue acercando el día, uno de nuestros soldados, no recuerdo su nombre, encontró una vieja bicicleta, sin la goma de las ruedas, que no funcionaba, y empezó a pedalear de aquí para allá sobre los adoquines de la calle principal. Como faltaban las ruedas de caucho sonaba como una ametralladora disparando ráfagas. Mientras, estaba amaneciendo y nos dimos cuenta de que la botella de cinco litros estaba vacía. ¡Entre los cinco nos habíamos bebido los cinco litros y no estábamos borrachos en absoluto! El frío extremo y la excitación del momento nos había sacado todo el alcohol del cuerpo.
Tres T-34 estaban en posición de fuego junto a un edificio en la colina donde se alzaba la catedral de Esztergom. Eran incapaces de venir hasta nosotros porque el puente sobre el Danubio había sido destruido anteriormente, pero eran capaces de observar la calle principal de Nana [en realidad, Párkány] en su totalidad y podían disparar contra ella de un extremo al otro. Uno de los T-34 acabó por ponerse nervioso a causa del ruido de la bicicleta y nuestros constantes trasiegos por la calle principal, y nos envió una ráfaga de ametralladora. Repentinamente nos encontramos con que teníamos cinco soldados heridos. Pista Habony había recibido un tiro en la rodilla y el soldado de 2ª Kasuba otro a través del tobillo. Por suerte no murió nadie.