Poco después, o no mucho antes, de escribir la historia sobre como Kosharbayev y Bulatov llegaron al Reichstag con su bandera, Vassili Subbotin escribió otra pieza corta, también titulada “La bandera de la victoria”, sobre los hombres que, oficialmente, izaron la bandera soviética en lo alto del Reichstag. La réplica del título llama la atención y añada confusión a la historia de la bandera. Baste una pequeña reflexión, si se izó de noche, justo antes de las doce ¿cómo es posible que las fotografías del evento nos lo muestren a plena luz del día?
“La bandera, conocida como la bandera de la victoria, se exhibe en el Museo del Ejército de Moscú. Fue alzada sobre el edificio del Reichstag el 30 de abril de 1945. Antes del ataque a Berlín, el consejo de guerra del Tercer Ejército de Choque buscó banderas rojas por todas las divisiones. Había nueve, en correspondencia con el número de divisiones que tenía el ejército. Las banderas se numeraron. La que le tocó a la 150.ª División, Idriz, llevaba el número cinco”.
“El 26 de abril del general Shatilov, comandante de la división, y Artiuchov, jefe del departamento político, entregaron la bandera al 756.º Regimiento, comandado por el coronel Sintshenko, que participaría en el asalto al Reichstag. La bandera fue guardada en el puesto de observación regimental. Quien se encargó de llevarla fue el komsomol Fiodorov, un valiente soldado”.
“Cuando, el 29 de abril, se ocupó el ministerio del Interior, dos batallones de la 150.ª División y uno de la vecina 171.ª se situaron frente al Reichstag. Kantara y Yegorov eran exploradores de la unidad de reconocimiento regimental. En el Reichstag, lucharon con el 1.er Batallón de su regimiento, el de Neustroyev. El 30 de abril, Yegorov y Kantara cruzaron la entrada principal junto con otros, y llevaron la bandera por el edificio hasta alcanzar la cúpula. A las 22.50, informaron de que la bandera había sido izada. En ese momento, la bandera no llevaba ninguna inscripción, solo la hoz y el martillo, en la esquina superior, junto al asta. Pero más adelante, cuando la bandera desfiló por Moscú, tenía una inscripción, el título de la división. Ahora, se podía leer sobre ella: 150.ª División, Idriz. Orden de Kutusov 2.ª clase. 79.º Cuerpo de Fusileros, Tercer Ejército de Choque, Primer Frente de Bielorrusia. Les pregunté muchas veces, pero apenas obtuve nada, solo sus nombres y unas escuetas biografías. Yegorov y Kantara”.
“Solo averigüé que se encontraron en la orilla del Spree, 30 m por delante de la infantería, que Berest, el segundo al mando del batallón, estuvo con ellos en la entrada del Reichstag mientras buscaban un camino de ascenso, y que alzaron la bandera un poco más tarde. Faltan detalles, que añadiré ahora”.
“Se seguía combatiendo, en el Reichstag, en los pisos superiores y en los inferiores a dónde se encontraban. Era difícil orientarse en la penumbra, pues las ventanas habían sido tapiadas. No sabían a dónde llevaban los pasillos y ¿dónde tenían que alzar la bandera? Nadie se lo había dicho. Sin duda tan alto como fuera posible, para que pudiera verse de lejos. Se dieron cuenta de que ya era de noche, pero al final encontraron unas escaleras que llevaban al techo. ¡Que vistas! La metralla volaba sobre sus cabezas, por fortuna, el techo era plano. ¿Dónde izar la bandera? Había un jinete de bronce justo ahí, pero no, no servía. Parecería como si el jinete estuviera sujetando la bandera”.
“Más metralla barrió el techo. Había que ponerse en marcha. El mejor sitio era la cúpula. Las escaleras, muy dañadas y llenas de agujeros, se balanceaban. Cuando llegaron a la estructura de la cúpula se fijaron en que la estructura metálica estaba muy abierta, y faltaban todos los cristales, pero tuvieron mucho cuidado de no mirar abajo, a la sala de asambleas. Colgaban como sobre un abismo, sus corazones estaban ateridos de frío. Desde la cúpula ascendieron a la plataforma. Estaban mareados, no estaban acostumbrados a esto, no eran ingenieros de estructuras. ¡No mirar abajo! Ataron la bandera y luego volvieron abajo tan deprisa como pudieron”.
“En Siberia y en los Urales hay una vieja costumbre. En el centro del pueblo, en el lado este de la plaza, en Pascua, se alza un mástil alto y liso que las jóvenes del pueblo decoran con nueces y dulces antes de plantarlo. Luego, buscan a un joven que suba hasta arriba del palo para recoger los regalos. En un pueblo de mineros de los Urales, cerca de Sverdlovsk, año tras año, el mismo chico, hijo de un minero de oro, conseguía el premio. Era de mediana estatura, y su cara estaba llena de cicatrices de la viruela. Tal vez siguiera los pasos de su padre y, el también, se convirtiera en minero. Pero el 30 de abril izó la bandera sobre el edificio del Reichstag de Berlín”.