A la mañana siguiente, el tiempo empeoró, acompañando las nubes a los buques alemanes como cortinas de protección”. La visibilidad se redujo a 350 metros.
Para mantener la formación, los dos navíos encendieron sus reflectores. Lütjens y sus oficiales estaban convencidos de que habían logrado escapar y que pronto tendrían vía libre en el Atlántico, donde no menos de once convoyes estaban cruzando el océano. La única señal inquietante llegó de B-Dienst, el grupo de interceptación radiofónica y descifrado de la armada, que informó, por unos mensajes decodificados, que los británicos habían detectado a los navíos alemanes y los esperaban en aguas del Ártico.
Los británicos fueron los siguientes en mover ficha. El 22 de mayo, en medio de la tempestad, un avión de reconocimiento de la RAF sobrevoló a baja altura Bergen e informó: los barcos alemanes habían desaparecido. Tovey tomó la delantera con su buque insignia, el King George V, acompañado del Victorious. El crucero de batalla Repulse zarpó del río Clyde para reunirse con los otros dos navíos frente a las Hébridas. Tovey también ordenó a los cruceros Norfolk y Suffolk, que se encontraban en misión de patrulla cerca de Islandia, vigilar el angosto estrecho de Dinamarca.
Fueron estas mismas embarcaciones las que avistaron los vigías alemanes mientras el Bismarck y el Prinz Eugen atravesaban el estrecho a última hora de la tarde del 23 de mayo. El cielo se había despejado, dejando únicamente una neblina desigual y tempestades intermitentes de nieve. Una fina película de hielo cubría el mar, produciendo un sonido como de campanilla a medida que las proas de los barcos hendían las aguas.
Bismarck & Prinz Eugen en la niebla
El primero en aparecer fue el Suffolk, una silueta diminuta avanzando por la popa. Unos minutos más tarde, el Norfolk emergió de la neblina a babor. Los cañones del Bismarck rugieron, disparando con furia por vez primera. Los proyectiles cayeron cerca del Norfolk, que desapareció entre la neblina. Los cruceros británicos se situaron a 22 Km por detrás de las unidades de Lütjens, con el nuevo y poderoso radar del Suffolk que podía detectar a los alemanes incluso después de que la alta superestructura del Bismarck se perdiera de vista. Los cruceros no dejaron de comunicar la posición a Londres, a Tovey, al Hood y al Prince of Wales, estando éstos últimos a sólo 480 Km de distancia y en curso de interceptación.
Lütjens ordenó al Prinz Eugen que se pusiera en cabeza. A las 22:00, el almirante alemán ordenó que el Bismarck realizase un giro de 180 grados, para enfrentarse y destruir a sus adversarios. Pero los cruceros británicos, alertados por sus radares, se perdieron en la oscuridad. El Bismarck volvió a poner rumbo al sur. Ahora, la esperanza de los alemanes era que la principal fuerza británica se hubiese retrasado en Scapa Flow.
Poco después de las 5:00 am del 24 de mayo de 1941, los hidrófonos del Prinz Eugen recogieron sonidos de hélices. Dos barcos se acercaban a gran velocidad por la proa a babor y, por el sonido, se trataba de embarcaciones pesadas. De inmediato, todos los oficiales del puente de mando cogieron prismáticos y escrutaron el horizonte. En los elementos de detección alemanes no aparecía nada; el enemigo estaba fuera de su alcance.
Después de 45 minutos angustiosos, uno de los oficiales de artillería del Prinz Eugen vio humo por el sureste, y luego los mástiles de dos buques de guerra. Las alarmas saltaron de inmediato. El capitán Brinkmann se presentó en el puente de mando para hacerse cargo, enviando una señal de “enemigo avistado” al Bismarck. Los grandes cañones de ambos navíos giraron a babor.
El oficial del Prinz Eugen, Paul Schmalenbach, experto en siluetas de buques enemigos, anunció lo que nadie quería oír. El navío visible a la izquierda era un buque moderno, presumiblemente un acorazado de la clase King George V. El que estaba a la derecha era, casi con toda seguridad, el Hood, el mundialmente famoso crucero de batalla británico. Botado en 1918 y bautizado con el nombre de una familia que había dado cuatro almirantes a Gran Bretaña, el Hood poseía la velocidad de un crucero y la potencia de fuego de un acorazado.
Crucero de batalla Hood
Era enorme – diez metros más largo que el Bismarck, aunque 4000 toneladas más ligero – con una velocidad de 32 nudos y ocho cañones de 38 centímetros capaces de lanzar un proyectil de una tonelada a 25 Km de distancia. Y si bien ahora el Hood era un viejo navío, era similar al Bismarck en velocidad y potencia de fuego. Sin embargo, era inferior en blindaje. Para darle las características anteriores, los ingenieros navales británicos le habían dado al Hood sólo 9 cm de blindaje en los pisos superiores. El crucero de batalla era vulnerable a los proyectiles de largo alcance y a los torpedos.
Mientras Schmalenbach realizaba la identificación, uno de los buques de guerra distantes abrió fuego desde sus torretas delanteras. Los brillantes fogonazos compusieron un espectáculo extraordinario, incluso desde 20 Km de distancia; un oficial del Prinz Eugen los comparó con “grandes anillos rojos como soles”. Poco después desde el otro barco salieron también lenguas de fuego y de humo. “¡Ha disparado!”, gritó agitado un suboficial en el puente de mando del Prinz Eugen. “Tranquilo, hombre, Claro que ha disparado”, respondió el capitán Brinkmann. “Veamos qué sucede ahora”.
Con al menos una docena de proyectiles volando en su dirección, los oficiales de cubierta del Bismarck y del Prinz Eugen se dispusieron a responder con sus propios cañones. Pero pasaban los segundos y no llegaba ninguna orden de fuego de Lütjens. Éste no daba crédito a sus ojos. Según el último informe del espionaje alemán, la British Home Fleet seguía anclada en Scapa Flow, a 1.600 Km de distancia. Y las órdenes de Lütjens eran perseguir a los buques mercantes y evitar en lo posible cualquier enfrentamiento con acorazados.
Los segundos pasaban, y se oyó murmurar al capitán Lindemann, del Bismarck: “No pienso permanecer indiferente mientras hunden mi barco”. Por fin Lütjens dio la orden: “Autorización para disparar”. Al instante, los cañones de 38 cm del Bismarck lanzaron dos rápidas andanadas. Unas nubes densas y acres de cordita envolvieron las cubiertas y la superestructura, sofocando a los hombres de los puentes de mando y de los puestos de control de los cañones.
En ese instante cayeron los primeros proyectiles británicos, impactando en el agua con rugidos ensordecedores y levantando enormes surtidores. Los proyectiles del Hood no alcanzaron al Prinz Eugen por poco. Los que el otro barco – el nuevo Prince of Wales, de 35.000 toneladas – lanzó al Bismarck, cayeron a 900 metros del blanco.
Salva para el Hood. No es de noche. El fogonazo de los cañones oscurecen la foto
En el centro del control de tiro del Bismarck, Adalbert Schneider, el principal oficial de artillería, estaba consiguiendo una andanada cada 40 segundos. Después de quedar cortos, de pasarles por encima a los barcos enemigos y de ajustar los laterales, con los ojos pegados al telémetro, Schneider centró al enemigo. Volvieron a salir dos descargas de los cañones del Bismarck. Entonces se produjo un impacto y el barco enemigo comenzó a arder.
El Hood se parte en dos mortalmente alcanzado
Un proyectil de 20 cm del Prinz Eugen había iniciado un fuego en la cubierta de botes del Hood, y la tercera y cuarta andanadas del Bismarck destruyeron el crucero de batalla. Lanzado desde una distancia de 12 Km, un proyectil de una tonelada penetró el delgado blindaje del Hood. Primero hizo estallar una santabárbara de proyectiles de 10 cm, y después los dos principales depósitos traseros. Unas 100 toneladas de cordita se elevaron en una gigantesca columna de llamas y humo.
El mástil principal y la torreta trasera podían verse girando en el aire; la munición saltaba por los aires y estallaba como fuegos artificiales. Mientras el Hood se desintegraba, su proa se alzó en el camino del Prince of Wales, que hizo una maniobra desesperada para eludirla. Su popa se inclinó un poco antes de hundirse. Salvo tres, los 1.419 hombres que iban a bordo perecieron. Eran casi las 6:00 am. Habían pasado menos de 8 minutos desde los primeros disparos.