Uno de esos libros imprescindibles para conocer la óptica de la sociedad alemana a comienzos de la Segunda Guerra Mundial es el Diario de Berlín, del corresponsal norteamericano William Shirer.
Desde mediados de los años treinta, este periodista norteamericano vino desempeñando sus labores informativas en al Alemania nazi y la retrató en las entradas de su diario, cubriendo los acontecimientos de esos años y trufándolas de observaciones, rumores, cotilleos y vivencias personales. Las tres primeras anécdotas están fechadas en 4 de febrero de 1940, y la cuarta en junio del mismo año:
1. En Alemania es un delito grave escuchar una emisora de radio extranjera. El otro día la madre de un aviador alemán recibió aviso de la Luftwaffe de que su hijo había desaparecido y se le suponía muerto. Un par de días después, la BBC de Londres, que emite semanalmente un alista de los alemanes prisioneros, anunció que el chico había sido capturado.
Al día siguiente recibió ocho cartas de amigos y conocidos diciéndole que habían oido que su hijo estaba bien y era prisionero de los ingleses. A partir de aquí, la historia toma un giro desagradable. La madre denunció a los ocho a la policía por escuchar una emisión inglesa, y todos fueron arrestados. (Cuando intenté contar esta anécdoa en la radio, el censor nazi me tachó el texto basándose en que los oyentes norteamericanos no comprenderían ¡el heroísmo de la mujer al denunciar a sus ocho amigos!)
William Shirer
2. Los padres de un oficial de submarino fueron informados oficialmente de la muerte de su hijo. La embarcación no llegó y el Almirantazgo alemán la había dado por perdida. Los padres dispusieron un funeral religioso. La mañana del funeral se presentó el carnicero diciendo que quería intercambiar unas palabras en privado con el cabeza de familia.
Después vino el dueño de la tienda de comestibles con idéntica petición. Y finalmente comenzaron a llegar algunos amigos. Todos habían oído anunciar en la BBC que el hijo se hallaba entre los prisioneros capturados de un submarino. Pero, ¿cómo anular el funeral sin dejar que las autoridades se enteraran de que alguien que gozaba de la confianza de la familia había escuchado una radio extranjera?
Si los padres lo decían, tal vez los detendrían a ellos mismos. Se reunió un consejo familiar y decidieron seguir adelante con el funeral. Una vez concluido, los asistentes se reunieron en la casa de los padres, donde se enteraron de la verdad -si es que no la sabían aún-, y todo el mundo lo celebró con champán.
3. Una gran compañía cinematrográica alemana completó el verano pasado [1939], con una inversión de varios millones de marcos, una película basada en las hazañas en España de la Legión Cóndor alemana.
Era una superproducción que pretendía mostrar cómo se había derramado en España sangre alemana en la lucha contra el bolchevismo. La vieron y la elogiaron Hitler, Göring, Goebbels, Himmler, etc. Pero luego vino el pacto nazi-soviético del pasado agosto. La película está a buen recuado ahora. No se ha mostrado al público.
Prisioneros de un submarino
4. (11 de junio de 1940) Esta noche, después de mi emisión de las 00.46, estábamos con D. en su despacho en la Rundfunk, cunado captamos una emisión desde Nueva york en la que se decía que el transatlántico Washington, que había zarpado de Lisboa el día anterior y se dirigía a Galway (Irlanda) con un pasaje de refugiados norteamericanos en su mayoría mujeres y niños, había sido interceptado al amanecer por un submarino no identificado, cuyo comandante le había dado diez minutos para arriar los botes salvavidas antes de proceder a enviarlo al fondo.
[…] Finalmente, cunado transcurridos los diez minutos, se cumplía ya el palzo dado, el comandante del submarino radió este mensaje: «Lo siento. Ha sido un error. Pueden continuar». Un oficial naval alemán que escuchaba la noticia conmigo, y que en la última guerra había estado también al mando de un submarino, montó en cólera:
«¡Un submarino británico sin duda! ¡Estos británicos no se detendrán ante nada!». Después cuando sugería que tal vez pudiera tratarse de un submarino alemán, añadió enfadado: «¡Imposible! Un comandante alemán que hiciese semejante cosa sería juzgado en consejo de guerra y fusilado».
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Hola,quería felicitaros y daros las gracias por la magnifica labor de divulgación de la historia que hacéis en vuestra pagina,que resulta amena y a la vez rigurosa. Espero que sigáis al pie del cañón mucho tiempo.