El almirante King tenía sus motivos para estar furioso, ya que en 1943 los servicios secretos norteamericanos habían asaltado la embajada japonesa en Lisboa y habían robado los códigos nipones.
A consecuencia de ello, los nipones los cambiaron. Los aliados ya habían roto esos códigos con anterioridad, pero ese trabajo quedó en papel mojado en el mismo instante en que los japoneses lo descubrieron. La nueva versión de los códigos diplomáticos no sería rota en su totalidad hasta después de finalizada la guerra. Ahora, con la captura del U-505 existía la posibilidad de que los alemanes hicieran otro tanto con sus códigos de submarinos.
Algunos mandos de la X Flota anunciaron que el almirante estaba tan furioso que estaba dispuesto a llevar al capitán Gallery a un consejo de guerra en el mismo momento en que pusiera los pies en los muelles de Norfolk. Eso nunca sucedió. Como ya hemos visto, Gallery tenía permiso de sus superiores para llevar a cabo una operación de captura de un submarino enemigo.
Por su parte, Gallery, ajeno a todo este trajín, ya tenía suficiente ocupación con tratar de mantener el submarino a flote. Todavía era grande la posibilidad de que el sumergible se fuera al fondo y su timón estaba agarrotado hacia la banda de estribor, lo que dificultaría en gran medida el poder tenerlo bajo control mientras era remolcado.
El agua seguía introduciéndose en el interior del casco, probablemente a causa del ataque con cargas de profundidad del Chatelain. El Guadalcanal había arriado otro bote con un trozo de marinería y especialistas al U-505 para ayudar a la primera partida para buscar posibles cargas de demolición ocultas, válvulas abiertas o cualquier daño que pudiera estar provocando la inundación.
El Guadalcanal logró por fin asegurar los cables de remolque y las operaciones de salvamento progresaron entonces enormemente. En ese momento solo asomaba la torre del submarino por encima de la superficie. El capitán Earl Trosino inspeccionó las sentinas inundadas, a través de un agua grasienta debajo de los motores diesel del submarino, escudriñando las tuberías y cerrando todas las válvulas para detener la inundación.
Meses más tarde, en agosto de 1945, en un artículo del Saturday Evening Post, Gallery describió como Trosino «arriesgó su vida en numerosas ocasiones… metiéndose por lugares casi inaccesibles… de donde no hubiera tenido ninguna oportunidad de escapar en caso de que el submarino hubiera comenzado a hundirse». Gallery atribuyó todo el mérito del salvamento a Trosino, «que mostró un desprecio total por su propia seguridad».
El operador de radio John Fisher fue miembro de la primera partida de abordaje. Había sido enviado porque conocía el aspecto de las máquinas enigma y sabía cuales eran los documentos relevantes que debía sacar prioritariamente del submarino. Recordaba a un marinero prisionero del submarino que era polaco. Uno de los marineros norteamericanos era descendiente de polacos y casualmente descubrieron que habían tenido parientes en común en el pasado.
El marinero del submarino se prestó voluntario para volver al interior del sumergible y mostrar a los norteamericanos como desbloquear el timón. A cambio, el marinero quería asilo político en Estados Unidos. Los estadounidenses accedieron y él mantuvo su promesa. Más tarde estaba en el interior de un avión que despegaba del Guadalcanal rumbo a Estados Unidos. Fisher nunca supo si este marinero obtuvo su asilo o si acabó en un campo de prisioneros con el resto de la tripulación.
Los supervivientes del U-505 habían sido rescatados del mar y llevados al Guadalcanal. En total, 58 marineros. Solo murió un tripulante alemán, el que vio la partida de abordaje nada más subir a la cubierta del sumergible. El capitán, el oficial ejecutivo y un marinero estaban heridos. Los prisioneros fueron enviados a las Bermudas junto con su nave. De allí, fueron trasladados a un campo de prisioneros en Ruston, Louisiana.
Estados Unidos se vio obligado a incumplir la Convención de Ginebra respecto a estos prisioneros. Fueron aislados del resto y se les prohibió escribir cartas a sus familiares para que no supieran que estaban vivos. Más tarde ese año, la marina alemana informó a las familias de los miembros de la tripulación que hacía mucho tiempo que no tenían noticias del U-505, que los daban por desaparecidos y que con toda probabilidad estaban muertos.
Continuará…
Viene de Planificación y captura del U-505 por el Grupo de Combate 22.3 (3.ª Parte)
Sigue en Planificación y captura del U-505 por el Grupo de Combate 22.3 (5.ª Parte)
Para que luego digan que los yankees respetaban la Convención de Ginebra. En fin, supongo que sería en contados casos.
«La esencia de la guerra es violencia. La moderación en la guerra es imbecilidad»
(John Arbuthnot Fisher)
En ninguna guerra desde los orígenes de la humanidad se han respetado las convenciones cuando el no hacerlo implicaba algún beneficio.
Ya Tucídedes en su fascinante «Historia de la Guerra del Peloponeso», nos muestra las decenas de «trampas» que utilizaban los griegos para incumplir principios «sagrados» como la inviolabilidad suplicantes en templos, por ejemplo.
No hay nada «sagrado» o «inviolable» cuando de guerra se trata.
Volviendo al tema del artículo, he ya leído mucho sobre los códigos Japoneses y Alemanes, pero hasta ahora he hallado muy poca información (Excepto un poco sobre el uso de indios navajos) con respecto a los códigos secretos Americanos y Rusos. ¿Intentaron las potencias del eje romper las claves?¿Lo lograron?
¿Quien era el espía mas secreto de la URSS que les permitió (según afirmaban) saber la detalle los preparativos de la batalla de Kursk semanas antes de que ésta iniciara?