La lancha de abordaje se acercó al submarino. Acercarse y abarloarse ya entrañaba una gran dificultad de por sí.
El Guadalcanal junto al U-505
El submarino continuaba navegando en un amplio círculo a unos siete u ocho nudos de velocidad que le daban sus motores diesel. Finalmente, Albert David y sus hombres lograron ponerse a su lado y subir a la cubierta. Tuvieron que luchar por mantener el equilibrio por las fuertes sacudidas que producían el estado del mar y la navegación en círculos. Trataron de concentrarse en lo que habían aprendido y entrenado en Norfolk. De ahora en adelante tendrían que seguir el procedimiento al pie de la letra.
También debían estar preparados para improvisar, ante la incertidumbre de lo que pudiera hallarse en el oscuro y tenebroso interior de la nave enemiga. Para entonces, la popa del U-505 se hallaba cubierta de agua y el agua llegaba a la torre. Tenían que introducirse en el interior y tenían que hacerlo rápido. Debían encontrar las válvulas y evitar su hundimiento con ellos en su interior.
Albert sabía también que los alemanes habían activado casi con toda seguridad las cargas de demolición y éstas podían hallarse en cualquier lugar del submarino. Mientras bajaban por las escalerillas al interior desconocían que la tripulación solo había activado una carga y que su detonador no funcionaría por tener sus mecanismos corroídos. Con el paso de los segundos se fue haciendo cada vez más evidente para los marineros estadounidenses que no iba a haber una explosión.
Los alemanes, de haber activado las cargas, las hubieran programado para estallar antes de que la nave pudiera ser abordada por ninguna partida de marinos de las unidades atacantes. Obviamente, el objetivo del capitán alemán no era volar el submarino con un equipo de abordaje enemigo en su interior, sino evitar que éste cayera en manos norteamericanas.
Mientras subían por las escalerillas de la torre se tropezaron con el cadáver de un marinero alemán, víctima del fuego al que fue sometido el submarino nada más salir a la superficie. A continuación se introdujeron por las escotillas abiertas y se dispersaron en distintas direcciones, del mismo modo que habían hecho en los ejercicios en Norfolk.
El maquinista de primera Zenon Lukosius fue el primero el localizar la fuente principal de la inundación. Los alemanes habían abierto una gran válvula por la que entraba a raudales el agua de mar. Lukosius cerró rápidamente la válvula, neutralizando la amenaza principal. Mientras tanto, los otros miembros de la partida de abordaje habían localizado una carga explosiva y habían inutilizado los mecanismos de detonación. No había modo de saber si había más en el interior del submarino.
Comenzó entonces una frenética búsqueda por todos los compartimentos del sumergible alemán. Entretanto, otros miembros se entregaban a la búsqueda y recopilación de todo mapa, libro de códigos o trozo de papel que pudieron encontrar, incluidas dos máquinas Enigma de cuatro rotores. A continuación sacaron todo el material al exterior para ser enviado a uno de los navíos norteamericanos. La operación ya había constituido un éxito aunque el submarino acabara finalmente hundiéndose.
El Pillsbury se puso junto al submarino para tratar de lanzar cables de remolque, ignorando el todavía presente riesgo de explosión. En la maniobra el timón del submarino abrió una brecha en su casco que inundó varios compartimentos. El destructor tuvo que separarse para evaluar los daños. Entre tanto, se producían otra serie de acontecimientos en el puesto de mando de Gallery en el portaaviones de escolta Guadalcanal. Tras enviar al alto mando en Norfolk las noticias de la captura del submarino y recibir los cumplidos y felicitaciones pertinentes, el cuartel general ordenó a Gallery que no llevara al submarino a las costas africanas, el lugar más cercano y plausible a donde poder remolcarlo por estimar que aquellos puertos estaban infestados de espías alemanes. Todo debía permanecer en secreto, así que el submarino debía ser remolcado hasta Bermuda, unos 4.000 kilómetros.
Gallery no terminaba de ver los beneficios del cambio de planes pero órdenes son órdenes, así que tras una operación de reportaje en alta mar, se emprendería el viaje. También recibió instrucciones para que no hiciera una sola alusión por radio a lo sucedido. Los marinos de la agrupación de combate fueron informados de que no debían contar a nadie lo que había pasado ese día.
Cada uno de los hombres tuvo que firmar un juramento secreto antes del anochecer, en el que afirmaba entender las consecuencias de lo que le sucedería si hacía alguna mención a la captura del submarino alemán. El castigo por la revelación del secreto sería la pena de muerte por traición. Se envió un documento similar a los 3.000 miembros de otras agrupaciones de combate antisubmarinas presentes en el Atlántico que habían tenido conocimiento de la captura. Nadie debía saber que el U-505 se hallaba intacto en manos estadounidenses.
Pero no todo fue color de rosa. Cuando se enteró de la operación el Almirante Ernest King, montó en cólera. Era consciente del valor y la pericia de sus hombres a la hora de hacerse con un submarino alemán, pero si el alto mando alemán lograba enterarse de la forma en que había perdido uno de sus sumergibles, con sus libros de códigos y sus máquinas enigma, podrían cambiar de nuevo el código que tanto esfuerzo había costado desentrañar y habría que empezar de nuevo. Ya había ocurrido antes, en 1943.
Continuará….
Viene de Planificación y captura del U-505 por el Grupo de Combate 22.3 (2.ª Parte)
Sigue en Planificación y captura del U-505 por el Grupo de Combate 22.3 (4.ª Parte)
Siempre hay algún alto mando al que le parecen mal las iniciativas de sus subordinados jajajajja