Volvemos hoy al extremo sur de la línea de frente de El Alamein, estamos en la madrugada del 24 de octubre y las fuerzas británicas se están preparando para desencadenar un ataque contra la Agrupación Ruspoli, cuyo despliegue narramos en la entrada anterior. Sin embargo, mientras los cañones de Montgomery bombardean las posiciones italianas, los de las divisiones defensoras hacen otro tanto sobre las concentraciones del 7.º Queen’s Royal Lancers. Así lo narró el jefe de una posición de morteros italiana, son los primeros combates por los puestos avanzados de la división Folgore.
“Los cañones de la División Pavía, posicionados tras el puesto de mando del batallón, ya han abierto fuego, mientras que nuestras tropas situadas en las posiciones de vanguardia indican, disparando bengalas moradas, que han sido rodeadas. El enemigo ha abierto una brecha en el campo de minas [Enero, tal y como se explicaba en la entrada anterior] y ha penetrado en nuestras posiciones, mientras los carros de combate aprovechan también el hecho para atacar nuestras posiciones.
En consecuencia, el teniente ha ordenado a la sección de morteros que abra fuego sobre la brecha. Esa noche, mi arma fue la primera que entró en acción. El mortero, cuyo tubo de acero estaba ya muy caliente, empezó a escupir granadas explosivas, una tras otra, en rápida sucesión. Poco después, cuando los demás morteros se unieron a la acción, tuvimos una orquesta completa. Mientras los proyectiles de los cañones de la Pavía pasaban sobre nuestras cabezas, las granadas de mi arma se alzaban hacia el oscuro cielo nocturno para luego precipitarse sobre el campo de batalla, con un efecto devastador”.
A pesar de este fuego, a media noche la infantería británica había conseguido cruzar el campo de minas, aunque según se acercaba a las posiciones de los paracaidistas italianos, sus bajas seguían incrementándose. Poco después y a pesar del fuego de ametralladora, las compañías A y D de los Queen’s Lancers penetraban en uno de los puntos defensivos, matando a diez soldados italianos y capturando a otros ocho. Tras este éxito, la fuerza de asalto trató de girar hacia el sur para unirse al resto del batallón y a los ingenieros, pero se vio metida en otro campo de minas.
En ese mismo momento, pequeños grupos de paracaidistas aprovecharon la oscuridad para llegar hasta los británicos y rodearlos, tras lo cual empezaron a arrojar granadas sobre ellos. Tuvo lugar a continuación un duro combate cuerpo a cuerpo, con elevadas bajas para ambos bandos, hasta que, finalmente, los italianos consiguieron repeler a los británicos. Situaciones parecidas se repetirían en los demás puntos del frente. Reducidos a pequeños grupos y hostigados por los defensores, los atacantes empezaron a retirarse hacia el campo de minas que con tanto esfuerzo habían cruzado. Durante esta acción, tal y como reza la historia oficial del regimiento “el cuartel general del batallón fue objeto de un contrataque y sus hombres fueron muertos o capturados”. Su jefe, el teniente coronel Roderick Burton, fue uno de los primeros. Los supervivientes se atrincheraron entonces en las brechas que habían abierto en el campo de minas, a la espera de lo que fuera a suceder después.
Entonces hubo una pausa en los combates cuerpo a cuerpo y en los desplazamientos, aunque no en el tiroteo. Los supervivientes del 7.º Queen’s Lancers intentaron atrincherarse pero al final, para sobrevivir al fuego de ametralladoras y morteros, tuvieron que dispersarse por el campo de minas. Sobre la 1.00 horas había quedado pues neutralizada la pinza norte del asalto. Los británicos sufrieron 76 muertos y desaparecidos y 104 heridos, una cifra elevada para un batallón, y tuvieron que cancelar la operación. Las bajas italianas sufridas por las compañías 6.ª y 22.ª ascendieron a 40 muertos y 20 prisioneros.