El hundimiento del Bismarck en mayo de 1941 paralizó a la Flota de alta Mar alemana. Hitler, furioso de que el símbolo del orgullo nacional hubiese sido destruido, ordenó al almirante Raeder que no arriesgase más buques de superficie en el Atlántico.
La fuerza naval más adelantada era el escuadrón de Brest, formado por los acorazados Scharnhorst y Gneisenau, y el crucero Prinz Eugen, que había recalado en dicho puerto tras separarse del Bismarck. En el verano de 1941, el Führer manifestó su temor a que los británicos pudieran estar preparando la invasión de Noruega. También presentía que si los Estados Unidos entraban en la guerra, los mares del Ártico se convertirían en un paso vital para la creciente ayuda estadounidense a la Unión Soviética. Como contramedida, Hitler exigió que la Flota de Alta Mar, formada por el acorazado Tirpitz, los acorazados de bolsillo Lützow y Almirante Scheer, el crucero pesado Almirante Hipper, y, por supuesto, el escuadrón de Brest, se concentrase en los fiordos noruegos.
Era un hecho que la Luftwaffe ya no podía proteger a los buques de Brest de los bombardeos de la RAF, y Hitler decidió que la manera más rápida y expeditiva de replegarse era dirigiéndose al norte a través del Canal de la Mancha. Cuando Raeder y sus almirantes protestaron, Hitler respondió fríamente que si los grandes buques no iban a ser de utilidad, entonces debían ser desguazados y sus cañones y blindaje enviados a reforzar las defensas costeras noruegas.
La planificación empezó en el acto. Hasta el último minuto, sólo estuvo al tanto un puñado de oficiales. Se inventaron seis nombres clave para ocultar el verdadero, Operación Cerbero. Los barcos de Brest fueron puestos bajo el mando del vicealmirante Otto Ciliax, uno de los comandantes de acorazados mejor preparados de la Kriegsmarine.
La Luftwaffe fue incorporada al plan, y pronto se reunió en bases costeras una fuerza de 250 Messerschmitt y Focke-Wulf 190 bajo las órdenes del general Adolf Galland. Proporcionarían un paraguas de protección contra la RAF. A bordo de los barcos viajarían también controladores aéreos para guiar a los cazas. A su vez, el general Wolfgang Martín, director de comunicaciones de la Luftwaffe, diseñó un plan para confundir los radares costeros británicos en los momentos cruciales.
Ruta a seguir por los alemanes
Los planificadores también tuvieron la osada idea de transitar por el Canal de la Mancha a plena luz del día. Por una parte, la audaz jugada tenía todas las posibilidades de coger desprevenidos a los británicos. Por otra, la luz del día sería esencial para la tarea de los cazas y ayudaría a los artilleros de los barcos y a las baterías antiaéreas de la costa a repeler cualquier ataque británico.
Las tres unidades navales, navegando la noche anterior a toda máquina, realizarían la primera etapa al amparo de la oscuridad. El objetivo era cruzar los 380 km de Brest a Cherburgo sin ser detectados, y luego cubrirían los restantes 190 Km hasta el Paso de Calais antes de que los británicos pudiesen movilizarse del todo. Confiaban en estar en aguas amigas antes de que los grandes buques de guerra de Scapa Flow tuviesen tiempo de dirigirse al sur para interceptarlos.